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lunes, 30 de diciembre de 2013

Capítulo 2: El Plan.


“Trabajaremos encantados, señor” esas tres palabras rondan sobre mi conciencia y no dejo de pensar en cómo se lo voy a decir a los chicos. El señor abre su maletín y me entrega el extenso horario que debemos cumplir. La jornada es completa y el último turno es a las nueve de la noche; todos, los trece estamos inscritos en el horario.

–Blake, querido, puedes retirarte. –dice La Gobernadora. Ahora es todo ternura y palabras bonitas que se las llevará el viento en cuanto el señor Evey se vaya. Aprieto la mandíbula por impotencia y rabia. Salgo de la habitación y camino hacia las escaleras, atravesando el mugroso y estrecho pasillo recubierto con papel viejo y descolorido; el suelo de madera cruje a cada paso y yo intento evitar que las lágrimas que luchan por salir, lo hagan. Cuando estoy a punto de salir al recibidor, choco con Dimas, lleva algo entre las manos, que cae con el golpe.

–¡Eh, Blake! ¿Qué haces? me has tirado las flores para Tara, ahora sí que va a odiarme. – dice Dimas con cara amarga. Él echa su pelo rubio hacia atrás mientras se agacha y recoge lo que queda de las peonias que seguramente ha cogido del jardín.

–Tara hoy parece que tiene otros planes – le digo reservando mi ira para mí mismo–, y con Will, pero eso no es lo importante ahora. –Miro la cara de desconcierto de Dimas, no sé si por la noticia del desinterés de Tara hacia él o por el otro asunto.

– ¿Pasa algo malo, Blake? – me pregunta él.

– ¿Podrías reunirlos a todos? En la habitación de las niñas, Ness aún no puede levantarse.

Él no dice absolutamente nada y marcha hacia la pequeña salita. Es el único lugar – a parte de nuestras habitaciones–,  en las que se nos permite estar. Allí comemos como podemos, hablamos y poco más, el suelo sigue siendo la madera de roble vieja y desgastada que necesita un cambio urgente y dos sofás verde hoja terminan de decorar la habitación. No hay cuadros, no hay figuras, solo la lámpara sucia del techo y la ventana que da al jardín de atrás. Los dos únicos focos de luz que tenemos.

Subo las escaleras y me dirijo de vuelta a ver a Ness. Will no está con ella como era de suponer, casi nunca obedece. Encuentro en su lugar a  Bophary, ella se gira y me sonríe, provocando que sus rasgos asiáticos destaquen aun más, al igual que el color de sus profundos ojos cafés.

–Ness sigue tosiendo...

– ¡No es verdad! –dice Ness, tratando de poner cara de enojo –No del todo...

–Está bien Bo, gracias por tu ayuda. Ve a buscar a las demás, por favor.– digo. Bo odia su nombre, le recuerda demasiado su pasado, a su madre. Ella llegó hace unos meses, las recientes guerras en su país la dejaron huérfana y el destino la trajo aquí.

Vuelvo a dedicar mi atención en Ness. Muchos de los chicos han estado enfermos, incluso la semana pasada nos abandonó otro compañero. La poca cantidad de dinero que obtengo del trabajo en el pueblo, lo empleo para comprar pan o leche. Son alimentos demasiado básicos, pero con una sola comida al día no todos aguantan. Además, he ahorrado poco a poco para casos como este. Compré la semana pasada, cuando Ness enfermó, una caja pequeña de inyecciones; habían ocho, ahora solo quedan dos.

Algunos chicos entran en habitación y empiezan a preguntar sin orden, así que intento callarlos. Cuando ya estamos todos reunidos, la pequeña Malvina cierra la puerta y todos, sentados en las camas o en el suelo, esperan a que diga algo. Busco la mejor forma de decirlo, la mejor manera de que no les afecte, pero es algo inevitable, si no le hubiese dicho "Sí" a ese señor, las consecuencias serían horribles. Tranquilizo mi mente y empiezo ha hablar:

–Hace unos minutos, he estado hablando con Mildret y un tal señor Evey – empiezo a decir–, nos han "propuesto" un trabajo en los yacimientos del sótano del orfanato. Al parecer hay oro y... – no puedo continuar.

–¡Maldita sea, Blake! ¿No habrás aceptado el trabajo, ¿no?– dice Aleix tras una larga pausa. – ¡Mira a Ness!–dice alterado mientras la señala. Los demás siguen con la mirada perdida–,  a penas puede caminar y la humedad allí abajo es aun mayor. ¿Qué vamos a hacer?

–Necesitamos un plan– dice George, ha estado todo el rato en silencio y ahora está ahí, mirándome con sus ojos azules que destacan muy por encima de sus gafas. Es tan inteligente, siempre ha resultado útil: como racionalizar la comida que les traigo, cómo utilizar el baño y las duchas en la hora precisa para que el agua salga caliente....

– ¿Se te ocurre algo, genio? Aquí en los horarios dice que todos deben trabajar, y se darían cuenta de que uno de nosotros no cumple su turno ¿lo sabes? – dice Diana que había tomado los papeles y los estaba leyendo sin darme cuenta.

–Alguien deberá trabajar doble, alguien debe ocupar el turno de Ness– digo–, y voy a ser yo–. Acaricio la melena pelirroja de Ness, que nos mira a todos con preocupación. Esto no es su culpa. No es culpa de ninguno de nosotros.

–Vale, está bien – dice Aleix–, pero debemos esconderla. Evanna y Kiberi suben todas las mañanas para hacer la revisión de habitaciones–termina.

–Aún así no entiendo todo esto. ¿Queréis esconder a una niña de cinco años enferma? A ver, genios, ¿Dónde la ocultaréis?– dice Diana jugando con mechones de su largo cabello dorado.

–En nuestra habitación, en la de Diana, Tara y mía– dice Viena. Todos nos sorprendemos al escucharla hablar delante de todos–, hay un agujero detrás del armario de caoba. Caben por lo menos dos personas.

– ¿Cómo sabes que hay un agujero ahí? – pregunta desconcertado Roy, que se ha sentado en el suelo, al lado de Dimas.

– La escondí allí – habla Aleix en lugar de su hermana, que ha vuelto a desaparecer de la conversación, agachando la cabeza–, la primera semana que llegamos la vi demasiado asustada y encontré el agujero.

–Muy bien, entonces, este será nuestro plan– digo tras una pausa–: mañana Bo encabeza el primer turno; hasta el segundo que recae en Roy –hago una pausa y continúo–,George, tú el tercero; Tara el cuarto y aquí –paro y señalo el quinto turno que recae en Ness–, Ness ya habrá sido escondida por Diana. Ahí bajaré yo y haré el trabajo. Antes de bajar a comer, Matt –lo señalo y me mira con sus ojos oscuros–, tú sacarás a Ness del agujero. ¿De acuerdo? – pregunto con voz firme.

– ¡De acuerdo! – suena rotundamente.
– Chicos, intentad no tapar demasiado el agujero. Que pueda correr el aire, y llevadle los paños de eucalipto. Avisadme por cualquier cosa que pase, ¿me habéis escuchado?

– Blake, no estamos en un campamento militar – dice Diana. Vuelvo a poner la voz firme y segura. Mi cara seria se cruza con sus grandes ojos verdes. Ahora entiendo qué es lo que les atrae de esta chica. Entonces, hablo:

– Piensa a partir de ahora, que estás en uno de ellos.


miércoles, 25 de diciembre de 2013

Capítulo 1: El Trabajo.

Carolina del Sur, 1945 (En la Actualidad)


Cada vez que escucho un ruido; cada vez que oigo un grito; cada vez que vuelvo a verlos llorar, un nudo se forma en mi garganta e intento aguantarlo como puedo y dar así ejemplo de fortaleza.
Hoy nuevamente se ha puesto a llover. Estamos a mediados de verano, pero igualmente llueve y hace un calor sofocante. Una de las niñas, Ness, ya muestra síntomas de asma, es por eso que ahora estoy en la habitación de las niñas, con ella. Mi mano no se aleja de su frente, mientras que la otra, la dejo libre por si pide un poco de agua. Las instalaciones no son de lujo, bueno, es un orfanato, lo único que tenemos nuestro aquí es a nosotros mismos. Ni si quiera tenemos un apellido ¿para qué?, solo sabemos a ciencia cierta nuestro nombre y edad.
El Orfanato de Tiresville, está situado en el sureste de una pequeña localidad de Carolina del Sur. Aquí, mis doce hermanos –porque así los considero–, Mildret o La Gobernadora, como a los niños les gusta llamarla, Kiberi y Evanna, las dos reptiles que tiene La Gobernadora como criadas y yo vivimos. Me llamo Blake y llevo aquí prácticamente desde que nací. He visto llegar a tantos niños hambrientos y desnutridos como también los he visto abandonar el orfanato en el interior de pequeñas cajitas. Dimas, Will y Diana, ellos llegaron en ese orden con una diferencia de dos meses cada uno. Ellos fueron los primeros en no morir por desnutrición o enfermedades, y aunque tan solo tengan un año menos que yo, los considero unos críos a los que debo cuidar.

Ness empieza a toser muy fuerte y solo ésta vez me levanto para coger el paño de eucalipto que hay en la vieja leja de abedul. Se lo coloco en la boca y nariz, y le pido que respire.
– ¿Mejor? –le pregunto, y ella sonríe aliviada. Ness llegó hace dos años, era un saco de huesos pero digamos que he tenido que ingeniármelas un poco para que coman todos algo más que la ordinaria, triste y única comida que sirven en el orfanato. Le doy del vaso de agua que tiene en la mesita y llaman a la puerta.
–Blake –dice Viena con la cabeza gacha–, La Gobernadora quiere que bajes, acaba de llegar el señor de las minas. Viena nunca quiere mirar a la cara, ni siquiera quiere bajar a comer o hablar con cualquier otra persona que no seamos Aleix, su hermano mellizo, o yo. Viena tiene un extraño gen llamado Gen de Alejandría, sus ojos son completamente violetas, y creemos que fue por miedo, por lo que ambos hermanos fueron abandonados también.
–En seguida estoy allí, ¿te quedas con...? –demasiado tarde, Viena ya se ha ido, probablemente sabría que iba a pedirle que se quedara con la pequeña. Como no puedo dejarla sola, asomo la cabeza por la puerta y veo pasar a Will, recolocando sus ondas negras que le caen sobre sus  ojos azules.
–Ptss –le chisto y parece que se ha dado cuenta, por que se acerca. – ¿Puedes quedarte con Ness? Subiré enseguida. –le pido.
–Solo cinco minutos,  Tara me ha pedido que vaya a verla a su habitación. –dice con sonrisa burlona y yo aguanto la risa. Tara seguramente volverá a largarlo de su cuarto, pero no antes de haberse reído de él un rato. Son tan iguales–. Le doy una palmadita en el hombro y bajo las escaleras que crujen con cada paso.
Allí está, La Gobernadora Mildret y sus dos secuaces a las espaldas, a su lado un señor con bigote, capa negra y sombrero, con un maletín de piel de foca –es de foca porque Aleix y su hermana son rusos y entienden de pieles, sobre todo de la piel de foca– , y enguantado.
– ¡Oh! Mi querido, queridísimo Blake  –dice la vieja engalanada–, es un honor que conozcas a sir Evey, co-propietario de la industria del oro–. El señor me da la mano y dice algo parecido a un encantado. ¿Encantado?, sé exactamente a por lo que ha venido este sir Evey.
–Bueno, señorito Blake, su institutriz nos ha dicho que están deseosos de trabajar en los yacimientos que encontraron el pasado mes bajo su sótano, ¿me equivoco? –La Gobernadora me mira con cara de vinagre, fulminante y cruel. Lo único que se me pasa por la cabeza es la vida de mis hermanos que nuevamente va a ser castigada. Como no quiero más castigos por hoy, intento decir la única frase que jamás he querido pronunciar en mi vida:
–Trabajaremos  encantados, señor.

viernes, 20 de diciembre de 2013

Sinopsis.




Blake y otros doce niños huérfanos están bajo el control de la horrible y tirana Mildret, a la que ellos llaman «La Gobernadora». Cuando el hambre y las enfermedades empiezan a aflorar entre los niños más pequeños, Blake, de dieciocho años y el mayor del grupo, decide actuar. Un intento de fuga  los llevará a otra dimensión en la cual, extrañas cosas, y criaturas acechan en cada rincón. ¿Fue mala idea abandonar el Orfanato de Tiresville? ¿O la suerte se pondrá de su parte esta vez?