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viernes, 18 de septiembre de 2015

Capítulo 12: La Niña


Las pisadas de Diana eran como una pluma al caer, suaves e insonoras. 
Caminaba como un grácil felino a punto de atacar a su presa, lo que cambiaba era que posiblemente ella sería el enemigo a abatir. Dimas la había cogido por la muñeca y su respiración se entrecortaba a medida que avanzaban por el bosque. Él llevaba unos cuantos cortes en las manos, por haber estado apartando cada rama de pino o palmera que se encontraban por el camino. Aquel bosque era increíblemente extraño, pues combinaba una gran variedad de vegetación de diferentes climas. Ahora hacía un poco más de frío, pero el viento había cesado.
-Dimas -empezó a hablar-, siento el haberme puesto así antes-. Él paró y se giró. Aquella noche la luna era llena, completamente, y su luz iluminaba hasta el lugar más insólito de aquel lugar frondoso. -Me porté como una idiota delante de todos, y te dejé en mal lugar, lo siento -bajó su cara, avergonzada y esperó la respuesta de Dimas.
-No tienes que disculparte, la verdad es que Will y yo nunca actuamos de la manera que se espera que actuemos -aquellas palabras dejaron estática a Diana-, estamos con esa tontería siempre y la verdad me cansé un poco. Sé que a Tara le gusta Will.
Diana volvió en sí y miró al chico, ahora era él el de la cabeza gacha.
-¿Y por qué sigues detrás como un tonto? A veces, en el orfanato, los chicos y yo hacíamos apuestas para ver quien quedaba en peor lugar. -Diana vio como las comisuras de Dimas subían, formando una pequeña sonrisa.
-Y siempre era yo el que quedaba como un tonto, ¿verdad?-. Diana miraba los ojos azules de Dimas, se estaba abriendo con ella, ya que nunca antes habían tenido una conversación de ese tipo.
-La verdad es que ambos quedaban empatados -rieron.
-Maldito William, se las lleva a todas de calle. Ya puedes haber sido besado por un Santo, él seguirá estando más glorificado que cualquier otro -suspiró.
-Eso no es cierto, Dimas.
-¿No te parece Will un mismísimo ángel? Vaaaaaya, eso sí que me sorprende. -ladró con sorna.
-Yo te prefiero a ti. -dijo entonces Diana.
-¿Cómo habéis dormido? Mi refugio aguantó toda la noche ehh -masculló Drew con una sonrisa en la cara. Will se frotaba la espalda, al parecer había dormido con una mala postura. Tara zarandeaba su vestido para quitarse algunos trozos de tierra que se había adherido a la áspera tela. -¿Dónde está Blake?-dijo entonces.
Will miró a Tara y ése le negó con la cabeza. Tara no había visto a Blake desde lo ocurrido aquella noche, tal vez aquello lo había espantado y ahora iban a estar más separados.
Unos pasos se aproximaban hacia ellos, Drew enseguida tensó los músculos. Will pensó que iba a verla convertirse otra vez en pantera y abrió los ojos como platos. Pero se detuvo.
-¡Por todos los santos! -Gritó Tara-¿Estáis bien?
Dimas y Diana habían andado tota la noche y al parecer su búsqueda les había llevado hasta sus compañeros. Tara observó con horror a Diana.
-¿Qué?- espetó ésta.
-¿Has visto como está tu vestido? ¡Qué horror!
-Tú no tienes remedio, muchacha.
Dimas miraba por todo el lugar. Esa mañana las temperaturas habían aumentado, como era de costumbre ya y estaba sofocado.
-¿Dónde está Blake? -preguntó preocupado.
-Nos hemos despertado y ya no estaba. Nos fuimos a dormir y él estaba aquí, no sé que será lo que se le ha pasado por la cabeza.
Drew rompió el refugio, tiró todas las ramas, y esparció los troncos y palitos que habían servido de amarre para formar la pequeña cabaña.
-¿Qué haces? -le dijo Will.
-Nos vamos, no podemos pararnos aquí en medio, es de día y debemos andar, seguro que él nos encuentra.
-Vamos a dejarlo aquí tirado? ¡Está solo!-gritó Tara.
-Lo siento, pero vuestro amigo debió de haberlo pensado antes de alejarse del grupo.
-Yo sé como volver- dijo Diana-, estuve controlando el camino.
Drew se echó a reír, tanto que ofendió a Diana, que de buena gana se había propuesto de guía.
-Posiblemente a la hora en la que partisteis sabías el camino, pero debo decirte que para vuestra mala suerte el camino de vuelta no es el mismo. Estos árboles están más vivos que todos nosotros y como tal se mueven y cambian a su parecer. Créeme que no sabrías volver.
-¿Y qué narices propones que hagamos? -le espetó Dimas.
-Seguidme.
Roy y George habían ido a buscar unos cuantos frutos para el desayuno. Aleix seguía vigilando cualquier cosa extraña que pudiera suceder mientras que Matt y Viena habían ido a acompañar a Malvina y Bo a bañarse. Unos veinte minutos después aparecieron los dos chicos con tres piezas de fruta que prepararon sobre unas hojas grandes para cuando llegara el resto. La verdad es que no había mucho para comer, pero no le iba a hacer ascos a cualquier tipo de nutriente que entrara en su cuerpo.
-Con esto no aguantaremos ni unas horas -refunfuñó George.
-Es lo que hay, debemos conformarnos, hasta que esté el grupo reunido y podamos repartir mejor las tareas, esto es lo que habrá-. Unos minutos después aparecieron los restantes y empezaron a comer. Estaban famélicos pero no podían comerlo todo, así que guardaron un poco por si acaso.
-Crees que deberíamos movernos? -le preguntó Matt a Aleix.
-Dimas y Diana Jamás debieron de haberse ido-dijo Malvina.
-La verdad es que ahora mismo no se qué hacer, tal vez vuelva y nosotros ya no estemos o si nos quedamos y ellos ya no vuelven... -Viena colocó su mano sobre el hombro de su hermano. Los dos con el mismo color de pelo, tan blanco y lacio como la nieve. Pero los ojos de Viena eran aun más impresionantes, qué tan oscuros podían ser por el día y cuan cristalinos por la noche.
-Deberías descansar, dejar que otro decida, tú has hecho demasiado ya. -le dijo su hermana con una sonrisa y eso lo tranquilizó.
-De acuerdo, Matt, ahora eres tú quien dirige.
Blake había estado caminando unas cuantas horas, necesitaba despejarse y se había separado de su grupo. Sabía que aquello iba perjudicar a todos, peo no podía continuar así, se sentí impotente y hecho polvo. Le costaba respirar, un nudo en su garganta se apoderó de él hasta que no p pudo más. Cayó al suelo y se apoyó en un tronco y empezó a llorar. Lloraba por todo y por nada a la vez; lloraba porque pensaba que lo estaba haciendo todo mal; lloraba porque no comprendía qué les estaba pasando; lloraba porque necesitaba que alguien también se preocupara de él. Blake había estado cuidando de todos aquellos niños desde que su hermano lo dejó. Antes había sido su hermano John quien lo cuidaba, pero ahora ya no tenía a nadie, él tenía obligaciones, solamente él... y lo había hecho todo mal.
-¿Blake? ¿Eres tú?
Una voz conocida lo alertó y se puso en pie. Miró hacia todos los lados pero nada, no lograba ver a la dueña de esa voz, esa voz dulce. ¿Por qué le sonaría tan familiar?
-¿Blake? ¿Por qué no vienes? -Volvió a decir la dulce voz.
-¿Dónde estás?- preguntó él, un poco asustado.
-Blake, estoy aquí. Ven.
El chico caminó entre los árboles, avanzó hasta un pequeño claro, había una hierba alta y con amapolas, era precioso. De repente el corazón de Blake se aceleró, avanzó despacio, hacia la pequeña figura, su pelo rojizo y corto, su sonrisa. El corazón se le llenó de alegría y fue corriendo hacia ella.
-¡BLAKE! -una sonora voz lo detuvo y se giró. Drew.
-¿Qué demonios haces? Vámonos-. Blake se volvió a girar, pero allí no había nadie.
-¿Cómo me has encontrado? Y ¿dónde estás los otros? -preguntó asustado.
-Me conozco este lugar como la palma de mi mano y tus hermanos los está guiando Mavi, vamos, los alcanzaremos en unos minutos.
Blake caminó hacia Drew, ahora estaba nervioso y muy activo, era imposible lo que acababa de ver, pero por otra parte, él la vio.
Sí, Blake estaba seguro de que esa era Ness.

capítulo 11: La Reflexión


Era de noche y el viento frío había caído sobre el grupo de chicos, que cuidadosamente se habían agrupado de manera que todos quedaban protegidos; Matt rodeaba con un brazo a Viena y ésta apoyaba sus piernas sobre su hermano, Malvina tenía la cabeza apoyada en las piernas de Diana y la muchacha descansaba sobre la espalda de Dimas que, con cuidado acurrucaba a Bophary, Roy y George se habían quedado apoyados el uno con el otro y dormían profundamente. ¿Quien les habría dicho que su situación cambiaría tan radicalmente?
Un crujir de ramas despertó a Diana.
La chica abrió los ojos como platos y estuvo atenta a cada mínimo sonido, acción dificultada por el viento que parecía tenérsela jugada. Estaba asustada y temía que algo malo pudiera pasar, así que despertó a Dimas.
–Tsss, Dimas, despierta –dijo zarandeándolo. Éste un poco rezongando abrió los ojos y con cuidado se apartó de Bo y giró en sí hasta acomodarse en el suelo y mirar a Diana.
– ¿Qué pasa?
–He escuchado un ruido…–dijo muy suavemente–, creo que hay algo ahí fuera que nos mira.
Dimas se puso en tensión y le pidió a Diana que estuviera atenta mientras  él despertaba a Aleix para que hiciese guardia mientras iban a averiguar qué era ese ruido.
– ¿Estás seguro que quieres ir ahora?–dijo asustada Diana.
–Me has despertado en medio de la noche diciéndome que hay algo ahí fuera mirándonos, ¿crees que me voy a quedar tan tranquilo ahora? –masculló Dimas hecho una furia pero con voz débil para no despertar al resto. Aleix ya estaba en pie y dio el visto bueno a Dimas y Diana. Ambos se pusieron en pie, Dimas delante y Diana detrás de él, pero no muy atrás.
–Quédate con el camino de regreso –pidió Dimas–, sería lo que no faltaba que nos perdiésemos ahora nosotros.
– ¿No puedes dormir? –Tara se había sentado al lado de Blake. El grupo había formado un pequeño campamento ideado por Drew que los salvaguardaba increíblemente bien del frío. Will había llegado al punto de roncar débilmente y Drew descansaba boca arriba con las manos en la barriga.
–No, estoy muy cansado por todo esto… –dijo Blake, abatido.
–Creo que todos estamos muy cansados, yo también quiero encontrarlos y que todo esto acabe–el vestido de Tara había perdido toda su lucidez, estaba lleno de agujeros y enganches provocados por las ramas y moteado por la tierra. –No puedo creer que vaya a decir esto, pero echo de menos el orfanato. Por lo menos dormía en una cama.
–La  verdad yo tampoco puedo creer que hayas dicho eso–. El brillo en los ojos de Blake cada vez se apagaba más. –Allí nos torturaban de todas las maneras posibles, eso no era vivir…
  –¿Y esto sí? Blake tuvimos eta misma conversación allí abajo en el sótano, el día en que… ya sabes –La voz se le entrecortó al recordar aquel fatídico día en el que perdieron a Ness. –Además, confías en ella? Quiero decir, aparece de la nada, convertida en una pantera y nos ataca y luego nos cuenta que nos protegerá a todos pero que no nos acerquemos a ese estúpido árbol… –la chica se tapó la cara con ambas manos, casi a punto de llorar–, no quiero ser débil, Blake, pero tengo mis limitaciones, y todo esto me supera, porque me da miedo decir que solamente te tengo a ti.
Todo pasó muy deprisa, tanto que ni Blake pudo reaccionar, Tara se inclinó sobre él y lo besó. Un beso corto pero que decía muchísimo más que cualquier otro libro que Blake haya podido leer. Tara se había echado al lado de Drew y Blake quedó sentado en el mismo sitio en dónde Tara lo había dejado, aun con los ojos incrédulos y con el corazón a mil por hora. No, Tara no lo amaba,  no de la manera en la que muchos pensarían. Ese beso no era de deseo, era de necesidad. Conocía a la perfección a Tara, sabías sus puntos débiles, ella misma los dejaba ver a la luz y muchos, sobre todo Dimas y Will, cegados por los juegos de ésta, n se daban cuenta. Ella necesitaba atención y protección, y eso era lo que Blake siempre le había dado.