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martes, 4 de febrero de 2014

Capítulo 5: El Dolor.

Nos  disponemos a salir de las minas cuando veo que la puerta se ha quedado atascada. La humedad ha hecho que la madera se hinche y la cerradura está medio oxidada. Llamo a Tara para decírselo y veo como empieza a gritar y a sollozar como una niña pequeña a la que le han quitado su muñeca. Como veo que sus llantos no cesan la cojo en brazos y ella apoya su cabeza en mi pecho, la llevo hasta donde hay un montón de trapos en el suelo y la dejo allí, algo más tranquila.

–Tara, no te preocupes, saldremos de aquí. Se darán cuenta de que nuestro turno ha acabado, y los siguientes bajarán. –le digo, consolándola.
–Pero es que está todo tan en silencio que me asusta– me dice ella. Tiene razón, llevamos algo más de dos horas aquí abajo y hace tiempo que no he escuchado ningún ruido allí arriba; no oigo a Malvina correr; no oigo las quejas de Roy; no oigo absolutamente nada y eso me pone nervioso.
–No te preocupes, seguro que han salido al jardín y...–intento inventarme una escusa para tranquilizarla, pero no es tonta.
–Blake, llevamos dos horas aquí –dice mirándome–, y la hora de comer ya ha pasado.
Me levanto del suelo y vuelvo a acercarme a la puerta, dejando a Tara allí. Empiezo a golpear la puerta con el puño.
Grito.
Golpeo.
Grito.
Golpeo.
Nada.
No es hasta que escucho una leve voz que asoma confusa por la escalera, que descubro que Viena está bajando por las escaleras hasta detenerse en la puerta.
– ¿Blake?– pregunta ella.
– ¡Viena! ¿Dónde están los otros? –grito a través de la puerta, pero no escucho la respuesta. No la escucho porque no me ha respondido.
–Viena, ¿estás ahí? –vuelvo a preguntar. Pongo mi oído en la madera fría y mojada de la puerta y la oigo respirar muy fuerte, como si estuviera llorando. –Viena, responde, por favor. –le suplico.
–Blake...
–Viena, llama a Aleix. La puerta no se abre. ¿Dónde estáis todos? –sigue sin responder y ahora ya no escucho ni siquiera la respiración pesada de la niña. ¿Qué ha ocurrido?

Cinco minutos después las pisadas fuertes de alguien se acercan, bajando muy rápido las escaleras y con un golpe, abre la puerta. No me esperaba eso y partes rotas de la puerta caen sobre mí. Por suerte no es cristal y apenas noto los pedazos. La figura que ha abierto es Aleix, lleva las botas manchadas de barro, su camisa blanca ahora es gris por el hollín, pero lo que más me asusta es ver su cara roja, con los ojos hinchados y un sube y baja de pecho que no es normal.
–Aleix, ¿Qué pasa?–le pregunto. Él me mira asustado y Tara se ha acercado poniéndose detrás de mí.
–Blake... –empieza él–, no sabemos qué ha pasado. Will y yo estábamos en el jardín recogiendo algunas hojas, y alguien ha gritado. Cuando hemos ido a ver qué pasaba nadie sabía nada, se nos fue de la cabeza que estabas ahí abajo, y sobre todo Tara, que tampoco sabíamos nada de ella.
–Pero entonces... ¿qué pasa?–le pregunto confuso.
–De repente Evanna ha subido corriendo las escaleras y Kiberi, que las bajaba, se ha ido en dirección al pueblo. Estábamos todos en el recibidor sin saber nada, hasta que nuevamente hemos escuchado el grito. Esta vez de Mildret, que nos había encerrado con llave en la salita, por suerte Viena no estaba encerrada y nos ha podido abrir.
– ¿Y...? –le insisto.
– ¡Vamos Aleix suéltalo ya!–dice alterada Tara.
–Hace cinco minutos ha llegado la policía. –dice.
– ¿¡Cómo!? –gritamos Tara y yo a la vez. Ahora ya no son nervios, ahora es miedo lo que siento.
– ¿Dónde está Ness, Aleix? –pregunto asustado.
–Blake, ¡no sé qué ha pasado!–grita, y vuelven a llenársele los ojos de lágrimas– no nos han dejado entrar, no nos han dicho nada, Blake.

Se me nubla la vista por momentos y empiezo a marearme, no sé si por la sofocante humedad de aquí abajo o por lo que puede haber pasado. Aparto a Aleix, y subo corriendo por las escaleras. El mareo sigue sin irse y choco con la pared del pasillo, que araña débilmente mi brazo, lo cruzo y llego al recibidor. Abajo no hay nadie, pero los golpes y gritos se escuchan arriba. Subo corriendo las escaleras que siguen crujiendo a cada paso que doy. Puedo ver que Tara y Aleix me siguen.
 Cuando llego a arriba veo a todos los chicos apelotonados sobre la puerta de la habitación de las chicas mayores. Todos se giran cuando Roy me ve y los avisa de que estoy aquí. Malvina se abraza a mí, al igual que las demás chicas. Tara y Aleix acaban de llegar. Todos llevan caras de terror profundo y veo que Dimas sigue golpeando la puerta.
–Apartad un momento, voy a ver qué ocurre.
– ¡Blake ha sido nuestra culpa! –oigo de repente.
–Ha sido mía, no subí a revisar la habitación. –escucho por otro lado. He podido hacer que se suelten de mí, y me acerco a la habitación. Los demás nos observan a mí y a Dimas.
– ¿No abren?–le pregunto.
–Llevamos más de quince minutos aquí fuera, Blake.
 Él parece tranquilo,  pero solo lo parece. Sus puños están hinchados y con motas de sangre que están empezando a fluir por sus nudillos.
– ¡Aleix! –llamo al mellizo que se acerca inmediatamente.
– ¿Sí? –me pregunta.
Le señalo la puerta y le recuerdo con el gesto que él antes había abierto la puerta del sótano. Me entiende y se echa hacia atrás. Todos se quedan mirándole.
Cuando el tremendo golpe hace que la puerta se abra de par en par, veo una pareja de policías hablando con Mildret, los otros dos salen y nos partan. Forcejeo con ellos y escucho los gritos de los otros que han sido retenidos a mis espaldas por uno de ellos. Me libero como puedo y entro en la habitación, Mildret me mira con su cara de vinagre, está sentada sobre una de las camas y limpiándose la cara, solo escucho unos leves gimoteos fingidos, pero eso no es lo que me importa. Avanzo hasta el interior de la habitación, veo que han movido el armario en donde estaba Ness. Entonces veo un pequeño rizo pelirrojo que asoma por un pliegue de una sábana blanca que hay sobre otra de las camas. Un pequeño bulto cubierto y que no se mueve.



 Es entonces cuando me doy cuenta de que ella está muerta.