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viernes, 18 de septiembre de 2015

Capítulo 12: La Niña


Las pisadas de Diana eran como una pluma al caer, suaves e insonoras. 
Caminaba como un grácil felino a punto de atacar a su presa, lo que cambiaba era que posiblemente ella sería el enemigo a abatir. Dimas la había cogido por la muñeca y su respiración se entrecortaba a medida que avanzaban por el bosque. Él llevaba unos cuantos cortes en las manos, por haber estado apartando cada rama de pino o palmera que se encontraban por el camino. Aquel bosque era increíblemente extraño, pues combinaba una gran variedad de vegetación de diferentes climas. Ahora hacía un poco más de frío, pero el viento había cesado.
-Dimas -empezó a hablar-, siento el haberme puesto así antes-. Él paró y se giró. Aquella noche la luna era llena, completamente, y su luz iluminaba hasta el lugar más insólito de aquel lugar frondoso. -Me porté como una idiota delante de todos, y te dejé en mal lugar, lo siento -bajó su cara, avergonzada y esperó la respuesta de Dimas.
-No tienes que disculparte, la verdad es que Will y yo nunca actuamos de la manera que se espera que actuemos -aquellas palabras dejaron estática a Diana-, estamos con esa tontería siempre y la verdad me cansé un poco. Sé que a Tara le gusta Will.
Diana volvió en sí y miró al chico, ahora era él el de la cabeza gacha.
-¿Y por qué sigues detrás como un tonto? A veces, en el orfanato, los chicos y yo hacíamos apuestas para ver quien quedaba en peor lugar. -Diana vio como las comisuras de Dimas subían, formando una pequeña sonrisa.
-Y siempre era yo el que quedaba como un tonto, ¿verdad?-. Diana miraba los ojos azules de Dimas, se estaba abriendo con ella, ya que nunca antes habían tenido una conversación de ese tipo.
-La verdad es que ambos quedaban empatados -rieron.
-Maldito William, se las lleva a todas de calle. Ya puedes haber sido besado por un Santo, él seguirá estando más glorificado que cualquier otro -suspiró.
-Eso no es cierto, Dimas.
-¿No te parece Will un mismísimo ángel? Vaaaaaya, eso sí que me sorprende. -ladró con sorna.
-Yo te prefiero a ti. -dijo entonces Diana.
-¿Cómo habéis dormido? Mi refugio aguantó toda la noche ehh -masculló Drew con una sonrisa en la cara. Will se frotaba la espalda, al parecer había dormido con una mala postura. Tara zarandeaba su vestido para quitarse algunos trozos de tierra que se había adherido a la áspera tela. -¿Dónde está Blake?-dijo entonces.
Will miró a Tara y ése le negó con la cabeza. Tara no había visto a Blake desde lo ocurrido aquella noche, tal vez aquello lo había espantado y ahora iban a estar más separados.
Unos pasos se aproximaban hacia ellos, Drew enseguida tensó los músculos. Will pensó que iba a verla convertirse otra vez en pantera y abrió los ojos como platos. Pero se detuvo.
-¡Por todos los santos! -Gritó Tara-¿Estáis bien?
Dimas y Diana habían andado tota la noche y al parecer su búsqueda les había llevado hasta sus compañeros. Tara observó con horror a Diana.
-¿Qué?- espetó ésta.
-¿Has visto como está tu vestido? ¡Qué horror!
-Tú no tienes remedio, muchacha.
Dimas miraba por todo el lugar. Esa mañana las temperaturas habían aumentado, como era de costumbre ya y estaba sofocado.
-¿Dónde está Blake? -preguntó preocupado.
-Nos hemos despertado y ya no estaba. Nos fuimos a dormir y él estaba aquí, no sé que será lo que se le ha pasado por la cabeza.
Drew rompió el refugio, tiró todas las ramas, y esparció los troncos y palitos que habían servido de amarre para formar la pequeña cabaña.
-¿Qué haces? -le dijo Will.
-Nos vamos, no podemos pararnos aquí en medio, es de día y debemos andar, seguro que él nos encuentra.
-Vamos a dejarlo aquí tirado? ¡Está solo!-gritó Tara.
-Lo siento, pero vuestro amigo debió de haberlo pensado antes de alejarse del grupo.
-Yo sé como volver- dijo Diana-, estuve controlando el camino.
Drew se echó a reír, tanto que ofendió a Diana, que de buena gana se había propuesto de guía.
-Posiblemente a la hora en la que partisteis sabías el camino, pero debo decirte que para vuestra mala suerte el camino de vuelta no es el mismo. Estos árboles están más vivos que todos nosotros y como tal se mueven y cambian a su parecer. Créeme que no sabrías volver.
-¿Y qué narices propones que hagamos? -le espetó Dimas.
-Seguidme.
Roy y George habían ido a buscar unos cuantos frutos para el desayuno. Aleix seguía vigilando cualquier cosa extraña que pudiera suceder mientras que Matt y Viena habían ido a acompañar a Malvina y Bo a bañarse. Unos veinte minutos después aparecieron los dos chicos con tres piezas de fruta que prepararon sobre unas hojas grandes para cuando llegara el resto. La verdad es que no había mucho para comer, pero no le iba a hacer ascos a cualquier tipo de nutriente que entrara en su cuerpo.
-Con esto no aguantaremos ni unas horas -refunfuñó George.
-Es lo que hay, debemos conformarnos, hasta que esté el grupo reunido y podamos repartir mejor las tareas, esto es lo que habrá-. Unos minutos después aparecieron los restantes y empezaron a comer. Estaban famélicos pero no podían comerlo todo, así que guardaron un poco por si acaso.
-Crees que deberíamos movernos? -le preguntó Matt a Aleix.
-Dimas y Diana Jamás debieron de haberse ido-dijo Malvina.
-La verdad es que ahora mismo no se qué hacer, tal vez vuelva y nosotros ya no estemos o si nos quedamos y ellos ya no vuelven... -Viena colocó su mano sobre el hombro de su hermano. Los dos con el mismo color de pelo, tan blanco y lacio como la nieve. Pero los ojos de Viena eran aun más impresionantes, qué tan oscuros podían ser por el día y cuan cristalinos por la noche.
-Deberías descansar, dejar que otro decida, tú has hecho demasiado ya. -le dijo su hermana con una sonrisa y eso lo tranquilizó.
-De acuerdo, Matt, ahora eres tú quien dirige.
Blake había estado caminando unas cuantas horas, necesitaba despejarse y se había separado de su grupo. Sabía que aquello iba perjudicar a todos, peo no podía continuar así, se sentí impotente y hecho polvo. Le costaba respirar, un nudo en su garganta se apoderó de él hasta que no p pudo más. Cayó al suelo y se apoyó en un tronco y empezó a llorar. Lloraba por todo y por nada a la vez; lloraba porque pensaba que lo estaba haciendo todo mal; lloraba porque no comprendía qué les estaba pasando; lloraba porque necesitaba que alguien también se preocupara de él. Blake había estado cuidando de todos aquellos niños desde que su hermano lo dejó. Antes había sido su hermano John quien lo cuidaba, pero ahora ya no tenía a nadie, él tenía obligaciones, solamente él... y lo había hecho todo mal.
-¿Blake? ¿Eres tú?
Una voz conocida lo alertó y se puso en pie. Miró hacia todos los lados pero nada, no lograba ver a la dueña de esa voz, esa voz dulce. ¿Por qué le sonaría tan familiar?
-¿Blake? ¿Por qué no vienes? -Volvió a decir la dulce voz.
-¿Dónde estás?- preguntó él, un poco asustado.
-Blake, estoy aquí. Ven.
El chico caminó entre los árboles, avanzó hasta un pequeño claro, había una hierba alta y con amapolas, era precioso. De repente el corazón de Blake se aceleró, avanzó despacio, hacia la pequeña figura, su pelo rojizo y corto, su sonrisa. El corazón se le llenó de alegría y fue corriendo hacia ella.
-¡BLAKE! -una sonora voz lo detuvo y se giró. Drew.
-¿Qué demonios haces? Vámonos-. Blake se volvió a girar, pero allí no había nadie.
-¿Cómo me has encontrado? Y ¿dónde estás los otros? -preguntó asustado.
-Me conozco este lugar como la palma de mi mano y tus hermanos los está guiando Mavi, vamos, los alcanzaremos en unos minutos.
Blake caminó hacia Drew, ahora estaba nervioso y muy activo, era imposible lo que acababa de ver, pero por otra parte, él la vio.
Sí, Blake estaba seguro de que esa era Ness.

capítulo 11: La Reflexión


Era de noche y el viento frío había caído sobre el grupo de chicos, que cuidadosamente se habían agrupado de manera que todos quedaban protegidos; Matt rodeaba con un brazo a Viena y ésta apoyaba sus piernas sobre su hermano, Malvina tenía la cabeza apoyada en las piernas de Diana y la muchacha descansaba sobre la espalda de Dimas que, con cuidado acurrucaba a Bophary, Roy y George se habían quedado apoyados el uno con el otro y dormían profundamente. ¿Quien les habría dicho que su situación cambiaría tan radicalmente?
Un crujir de ramas despertó a Diana.
La chica abrió los ojos como platos y estuvo atenta a cada mínimo sonido, acción dificultada por el viento que parecía tenérsela jugada. Estaba asustada y temía que algo malo pudiera pasar, así que despertó a Dimas.
–Tsss, Dimas, despierta –dijo zarandeándolo. Éste un poco rezongando abrió los ojos y con cuidado se apartó de Bo y giró en sí hasta acomodarse en el suelo y mirar a Diana.
– ¿Qué pasa?
–He escuchado un ruido…–dijo muy suavemente–, creo que hay algo ahí fuera que nos mira.
Dimas se puso en tensión y le pidió a Diana que estuviera atenta mientras  él despertaba a Aleix para que hiciese guardia mientras iban a averiguar qué era ese ruido.
– ¿Estás seguro que quieres ir ahora?–dijo asustada Diana.
–Me has despertado en medio de la noche diciéndome que hay algo ahí fuera mirándonos, ¿crees que me voy a quedar tan tranquilo ahora? –masculló Dimas hecho una furia pero con voz débil para no despertar al resto. Aleix ya estaba en pie y dio el visto bueno a Dimas y Diana. Ambos se pusieron en pie, Dimas delante y Diana detrás de él, pero no muy atrás.
–Quédate con el camino de regreso –pidió Dimas–, sería lo que no faltaba que nos perdiésemos ahora nosotros.
– ¿No puedes dormir? –Tara se había sentado al lado de Blake. El grupo había formado un pequeño campamento ideado por Drew que los salvaguardaba increíblemente bien del frío. Will había llegado al punto de roncar débilmente y Drew descansaba boca arriba con las manos en la barriga.
–No, estoy muy cansado por todo esto… –dijo Blake, abatido.
–Creo que todos estamos muy cansados, yo también quiero encontrarlos y que todo esto acabe–el vestido de Tara había perdido toda su lucidez, estaba lleno de agujeros y enganches provocados por las ramas y moteado por la tierra. –No puedo creer que vaya a decir esto, pero echo de menos el orfanato. Por lo menos dormía en una cama.
–La  verdad yo tampoco puedo creer que hayas dicho eso–. El brillo en los ojos de Blake cada vez se apagaba más. –Allí nos torturaban de todas las maneras posibles, eso no era vivir…
  –¿Y esto sí? Blake tuvimos eta misma conversación allí abajo en el sótano, el día en que… ya sabes –La voz se le entrecortó al recordar aquel fatídico día en el que perdieron a Ness. –Además, confías en ella? Quiero decir, aparece de la nada, convertida en una pantera y nos ataca y luego nos cuenta que nos protegerá a todos pero que no nos acerquemos a ese estúpido árbol… –la chica se tapó la cara con ambas manos, casi a punto de llorar–, no quiero ser débil, Blake, pero tengo mis limitaciones, y todo esto me supera, porque me da miedo decir que solamente te tengo a ti.
Todo pasó muy deprisa, tanto que ni Blake pudo reaccionar, Tara se inclinó sobre él y lo besó. Un beso corto pero que decía muchísimo más que cualquier otro libro que Blake haya podido leer. Tara se había echado al lado de Drew y Blake quedó sentado en el mismo sitio en dónde Tara lo había dejado, aun con los ojos incrédulos y con el corazón a mil por hora. No, Tara no lo amaba,  no de la manera en la que muchos pensarían. Ese beso no era de deseo, era de necesidad. Conocía a la perfección a Tara, sabías sus puntos débiles, ella misma los dejaba ver a la luz y muchos, sobre todo Dimas y Will, cegados por los juegos de ésta, n se daban cuenta. Ella necesitaba atención y protección, y eso era lo que Blake siempre le había dado.

sábado, 18 de octubre de 2014

Capítulo 10: La Promesa

Los chicos llevaban alrededor de media hora caminando. Roy ya se temía que iban en círculos porque un árbol ya le parecía demasiado visto. Viena iba cerca de Matt, casi rozándose y esto producía cierto rubor en ambos. Aleix iba delante, junto con Roy, que de vez en cuando se giraba para ver al grupo.

–Hace frío ahora, deberíamos buscar un lugar que nos resguarde mientras esperamos a Blake y el resto–dijo Bo. Había estado callada durante todo el camino, abrazándose así misma por el leve  viento que había empezado unos minutos atrás. Instintivamente, George se le acercó y la rodeó para darle un poco de calor. Realmente ella estaba helada.

–Tienes razón–habló Roy–, el problema es que no tenemos ni idea de dónde estamos nosotros ni de dónde están ellos. ¿Qué podemos hacer?–. La mirada de los chicos era desoladora, llevaban un día entero vagando por un misterioso y por lo visto, peligroso lugar que no los llevaba a ninguna parte en particular. Todo eran árboles frondosos, helechos profundos y verdes, por el día una humedad espantosa que los hacía perder casi el conocimiento y por la noche, estaban experimentando un frío rotundamente seco.

–Yo digo que nos quedemos aquí– dijo de repente Aleix–, montaremos unas pequeñas camas con los helechos, mientras esperamos a los otros. Nos dispondremos de manera en que quedemos en círculo e iremos haciendo guardias de tres horas aproximadamente–. Aleix había tomado el mando que desinteresadamente Roy había estado dispuesto a regalar, ya que eso, al parecer, no era lo suyo. Aleix estaba siendo Blake y eso le orgullecía, le gustaba ser como él y poder ser útil para el resto.

– ¿Viena estás bien, necesitas algo?–le preguntó su hermano. Ella lo miró con esos ojos lilas tan increíblemente hermosos y Aleix, solo por un segundo, vio a su hermana sonreír.

–Estoy bien, gracias.

Todos hicieron caso al mellizo y en diez minutos habían montado un decente campamento provisional, esperando por los demás.

– ¿Qué pasa si no vuelven ?–preguntó la joven Malvina, recostada en un cúmulo de hojas de helecho. Su ropa estaba medianamente decente, solamente su pelo podía salvarse de una horrible descripción.

–Volverán– dijo Dimas a un lado de la pequeña–, vamos, son Blake y Tara, esos dos pueden con todo–dijo medio seguro de sus palabras. Dimas estaba realmente preocupado por sus compañeros, pero sobretodo por Tara.

–Te olvidas de Will, Dimas– dijo Matt.

–Si bueno, ya sabéis que no se puede esperar mucho de Will–dijo con sorna–, él siempre tiene escusas para todo, siempre quiere librarse de las culpas, siempre quiere ser el mejor…

– ¡Ya cállate Dimas! –Le gritó de repente Diana–, solo estás celoso de Will–. Diana había resoplado y parecía enfadada. –Todos sabemos que ambos están babeando por Tara. Algún día haréis que nos maten a todos por vuestras estúpidas afrentas y declaraciones a un amor no correspondido… Podríais pensar en solucionar los problemas ahora y dejaros de estupideces–. Acto seguido, Diana se levantó y se recostó sobre la corteza lisa de un árbol mediano.

– ¿Pero… y a ésta que le pasa ahora? –farfulló Dimas. Los demás se encogieron de hombros.

Malvina volvió a hablar.

–Ahora enserio chicos… ¿y si no vuelven?



***


– ¿Estás segura de que es por aquí?–preguntó William a Drew, apartando otra rama con espinas. Su mano parecía realmente un colador. – ¡Cielo Santo! ¿Puede ir alguno de vosotros delante ahora? Creo que estoy perdiendo sensibilidad en la mano derecha–volvió a quejarse.

–Eres sorprendentemente insoportable– dijo Drew, apartándolo y ocupando el lugar de Will–, ¿cómo habéis podido aguantar a este ser tanto tiempo?

–También yo me lo pregunto–guiñó Tara.

– ¡Ehh, vamos! Mirad mis manos, están mal.

Blake rió por las reacciones de Will, ahora se estaba enfrentando a dos mujeres él solo, y las chicas le llevaban cierta ventaja.

Después de haber decidido en qué dirección buscar a sus hermanos, Will se había ofrecido a liderar el grupo, acto que Tara vio demasiado absurdo, Drew no le dio importancia y Blake estaba encantado por ver a Will tan decidido. Más tarde, ya no lo estuvo tanto, viendo las reacciones del chico, que hacía que el grupo se retrasara más en la búsqueda de sus hermanos.

Drew que iba ahora en cabeza, era tan ágil como un halcón persiguiendo a su presa. Blake sospechó que al ser medio pantera, su olfato los ayudaría más. Al pensar en eso, él no dudó en preguntar.

–Creo que va siendo hora de que nos cuentes el porqué de esa pantera, ¿no crees?–dijo Blake. Drew paró en seco y se giró, el chico quedó parado justo a escasos centímetros de ella, incluso podía escuchar su respiración, agitadamente controlada. ¿Pero qué demonios era esa chica?

–Será todo un placer–. Acto seguido se giró y continuó caminando. Tara y Will se miraron desconcertados por unos segundos y continuaron siguiendo el grupo.

–Veréis, no pretendo asustaros…–empezó Drew.

–Pues tu espléndida puesta en escena no decía lo mismo– murmuró Will, que rápidamente calló por la mirada desafiante de Tara. Blake suspiró con una sonrisa y Drew continuó hablando.

–Como decía, no pretendo asustaros. No es el simple hecho de que en mi interior pueda ser una pantera, sino que puedo ser ambas cosas, es decir, puedo ser yo, Drew o pudo ser esa pantera, Mavi como me gusta llamarla, al mismo tiempo. Separadas, una humana y un felino ¿comprendéis?

Los tres se miraban con los ojos bien abiertos, ¿realmente podía estar sucediendo eso? Aunque después de lo que les había pasado en el orfanato, aquellas criaturas que los atacaron… aquello fue horrible.

–Intentaremos entender... uhmm tu condición–dijo finalmente Blake. –Podemos continuar, creo que queda todo aclarado.

– ¡Un momento! –Protestó Will-, todo no. Vas a decirnos qué es este lugar, estoy harto de tanto secretismo.

–Sería todo un detalle que nos aclarases en dónde estamos–dijo Tara.

Drew no estaba muy segura y aun desconfiaba de aquellos chicos, había estado sola en aquel lugar durante muchísimo tiempo y en tan solo un día se encuentra a un grupo de jóvenes que solamente quieren volver a casa. Ella no estaba muy segura de usar eso a su favor, posiblemente esos chicos harían que aquellas criaturas de las que huía constantemente la matasen o aun peor, destrozasen su bien más preciado. Pero eso era un riesgo que había decidido aceptar.

–Bueno chicos, descansaremos aquí por hoy–dijo Drew.

– ¡Oye, no respondiste a mi pregunta! –protestó Will.

–Lo sé, y por ahora no diré nada, pero si queréis que os siga ayudando deberéis cumplir una promesa. –dijo ella con un tono bastante serio.

– ¿Qué promesa? –Preguntó Blake–, Drew no podemos retrasarnos, dejemos lo del lugar para más tarde, nuestros hermanos están ahí fuera solos y tú has dicho que hay criaturas que pueden hacerles daño–. Blake estaba confuso, esa chica lo estaba volviendo loco, estaba bastante preocupado por el resto que se había ido en el momento de la aparición de Drew.



–Hoy no les pasará nada–dijo tranquilamente la joven, mientras avanzaba y apartaba una rama grande que cubría algo a lo lejos. –Pediré por vuestros hermanos–dijo apuntando hacia un enorme y robusto árbol, su tronco era morado apagado y tenía una infinidad de ramas; lo sorprendente no era el color ni su grandeza, era lo que desde lo lejos se veía, luces. Millones de luces que parpadeaban por las ramas, y no dejaban de moverse–, pero he aquí la promesa: Nunca vayáis al árbol.

domingo, 21 de septiembre de 2014

Capítulo 9: La Chica

Cada uno se miraba fijamente, sin siquiera saber a qué estaban esperando. Uno de los chicos, Roy, tenía la espalda inclinada, a modo de echar a correr por si algo malo estuviera a punto de ocurrir. Malvina seguía rodeando a Blake, que la sostenía muy fuerte para darle una sensación de protección. Nuevamente, eso que se aproximaba hacia ellos se encontraba a tan salo unos pocos metros, ninguno de los allí presentes se movió, posiblemente el  aturdimiento y el cansancio no les permitía continuar. 

Fue entonces cuando pasó.

Una gran pantera de un color llamativamente azul apareció de entre los hierbajos que cubrían las bases de los árboles. Sus huesos se marcaban en su espalda a cada lento paso que realizaba, acercándose cada vez más y más al pequeño grupo de jóvenes. Blake y Dimas estaban delante del grupo, cubriendo a la mayoría de ellos. La bestia los miraba fijamente a  Blake, a modo de reto, ella caminaba hacia el grupo mostrando sus afilados colmillos, pero al mismo tiempo lo hacía con una elegancia increíblemente poderosa, tanto que dejó a Blake boquiabierto.

Will no se lo pensó dos veces, cogió el palo que estaba a su izquierda y con unos rápidos pasos se puso ante la barrera que Dimas y Blake formaban. Él amenazaba a la criatura con el palo y en un impulso se abalanzó sobre la pantera que no dudó en atacarle. Blake, con el brazo, empujó a Dimas hacia atrás en señal de protección y para que se quedase con los demás;  Will seguía en pleno combate con la azulada que tenía bajo su control esta lucha. Blake cogió otra especie de bastón, algo más grueso  y lo sacudió contra la espalda de la pantera, ésta rugió con un gruñido desgarrador, pero no paró su lucha ya que ahora se había abalanzado contra los dos muchachos.

– ¡Dimas, llévatelos lejos de aquí! –gritó Blake mientras la bestia mordía el palo. Éste asintió y abandonaron la escena corriendo, excepto Tara.

– ¿Qué demonios te crees que estás haciendo? –Maulló Will. – ¡Vamos! ¡Vete! –le gritaba vete una vez y otra, pero ella se quedó mirando al felino azul.

Tara se acercaba a la escena de combate a conjunto con los gritos de ambos chicos, entonces la fiera paró y se quedó mirándola. Sus ojos eran transparentes, carentes de un color fijo, en ellos parecía fluir un río de aguas tranquilas.

–Detente. –Ordenó la joven. Para sorpresa de los dos chicos, la pantera se echó a un lado y se sentó. 

Lo que ocurrió a continuación los dejó atónitos, incluso a Tara.
El cuerpo de la pantera empezó a transformarse, su cuerpo estaba alargado y erguido, estiraba sus patas traseras y las delanteras después. El pelaje del animal se transformó en una suave y delicada piel tostada. Ahora las patas traseras eran esbeltas y fuertes piernas y las delanteras brazos consistentes. De la cabeza  brotó una fuerte mata de pelo negro azabache, el hocico felino ahora era una boca rosada con labios delineados y una nariz menuda.Los ojos, seguían siendo los mismos. Aquella bestia era una chica, que vestía con telas parecidas a las de los niños del orfanato, pero rasgadas y más cortas que se ceñían a sus curvas.

– ¿Qué se supone que acaba de pasar? –preguntó atemorizado Will. En ese momento, Tara le propinó un puñetazo, haciéndolo entrar en razón.

– ¿Por qué has hecho eso? –Preguntó Will asustado.

– ¡Oh Dios Santo, Will! ¿Ahora te pondrás a llorar? –dijo con sorna Tara

– ¿Perdona? ¡Ella ha intentado matarme! –Dijo señalando a la joven misteriosa.

Blake y la joven misteriosa se miraban cara a cara. Él con la boca abierta y ella con rostro indiferente, pero algo divertido por el numerito que acababa de oficiarse en directo por los dos grandes dramáticos.

–Soy Blake. –dijo estirando su brazo a modo de saludo. La chica no habló. –Mis hermanos y yo hemos llegado hace unas cuantas horas y no sabemos dónde estamos, ¿nos puedes ayudar?

– ¿Pero qué diablos haces, Blake? Esa tía ha intentado comernos–. Ante tal afirmación, la chica sonrió apartando la cara de los presentes.

– ¿Qué se supone que te hace tanta gracia? –escupió Will a la chica, mientras se frotaba el lugar golpeado por Tara.

–Lo ridícula que es esta escena. –maulló con grandeza la chica. Will hundió los ojos en el suelo y Tara se presentó, más bien los presentó, ya que también le contó a la joven que el quejica del numerito se llamaba William.

–Yo soy Drew. –Se presentó muy segura.

–Es un placer, creo –dijo Blake algo nervioso– primero tenemos que encontrar a nuestros hermanos y luego nos encargaremos de las demás cosas, ¿nos podrías acompañar?

–Pues espero que vuestros hermanos no se hallan alejado tanto de aquí.

– ¿Por qué lo dices? –preguntó Tara extrañada.

–Bueno –dijo Drew encogiéndose de hombros–, no soy medio pantera por nada, ¿no crees?

Los tres se miraron ante tales declaraciones.

–Lo de tu herencia felina lo podemos hablar en otro momento– aseguró Will–, pero, ¿quieres decir que hay más seres extraños ahí fuera?


–Eso es justo lo que quiero decir. –dijo Drew sonriendo.

martes, 22 de julio de 2014

Capítulo 8: El Grito.

***** Hola a tod@s:

Sabemos que ha pasado muchísimo tiempo desde que subimos el último capítulo, pero ya tenemos el siguiente. Disfrutádlo y comentad :))


                                                                                               Xx ******





Un grito desgarrador despertó al grupo. Algo les nublaba la vista, se veían cansados, húmedos y pegajosos. Un calor sofocante y corrientes heladas de aire los mantenía dentro de algo parecido a un vaivén de fiebres descontroladas.

Blake intentó levantarse del suelo como bien pudo. Estaba lleno de tierra que se adhería a su ropa. Un pequeño corte en la palma de la mano le hizo estar alerta. Cuando alzó la mirada para ver a los demás, estaban todos. Unos hacia arriba, otros hacia abajo, de lado o con las manos sobre la cabeza, parecían estar bien.
– ¿Os podéis levantar, chicos? –había preguntado Blake, un segundo después de haberse frotado el leve corte de su mano.

Pequeños quejidos anunciaban su deplorable estado de salud. Las primeras figuras empezaron lentamente a elevarse, como se elevan las pequeñas semillas de lentejas que descansan sobre algodones: suaves y delicados tallos, extremadamente frágiles. Eso eran ellos ahora, pequeños y finos tallos a punto de partirse y Blake debía de ser el palito fuerte que los ayudara a seguir creciendo. Cuando el grupo se puso en pie, algunos ayudados por otros, se molestaron en hacer dos grupos: uno miraría hacia el lado contrario del otro y su objetivo era saber donde se encontraban.

Al cabo de veinte minutos, seguían sin saber en dónde estaban, aquello parecía una especie de selva tropical mezclada con un toque de bosques de coníferas. La verdad es que la gran variedad de vegetación allí los confundió a todos.

–Esto parece uno de esos malditos bosques que hay dibujados en el libro de Ness –dijo Roy. El luto aun seguía presente para todos y eso hizo que la mayoría de ellos se estremeciese al recordar a la pequeña.
–Tienes razón­– dijo Diana. Su melena rubia se había convertido en un castaño claro debido a la humedad que había mojado su pelo. –Creo que es bastante parecido–.

Todos asintieron. La gran mayoría le habían leído a la pequeña el único libro que tenían, por lo que recordaron los dibujos que en él habían dibujado.
– ¿Qué hacemos ahora? –Preguntó Will, se le veía desesperado, nervioso y con algo de pavor.
–Tenemos que asegurarnos de que aquellas bestias no nos han seguido –respondió Blake.
–Claro que no nos han seguido– irrumpió Tara, que se quitaba la mugre del interior de sus uñas con la otra mano. –De haberlo hecho estarían aquí, con nosotros–. Ahí tenía razón ella.
–Yo tengo sed– anunció Bo.
–Y yo.
–Yo también tengo sed, Blake. ¿A dónde vamos? –dijo Matt.

Tras una breve pausa Blake habló.

–No quiero que nos separemos, no sabemos que hay más allá de éste pequeño claro, así que quiero una fila, detrás de mí. Dimas, tú irás el último así estaremos protegidos por ambos lados– ordenó. Al parecer todos estuvieron de acuerdo y el grupo se puso en marcha.

Una hora después habían encontrado una pequeña cueva y a su lado había una chorreante cascada que salpicaba unos cinco metros fuera del diámetro de la orilla. Habían hecho turno, primero los chicos se bañaban y luego las chicas. Ellas estuvieron de acuerdo porque así, a la hora de su turno, ellos debían irse a por troncos y algo de comer, excepto Dimas, que se quedaría a vigilar, de espaldas claro.

Una vez terminado el horario de baños y recogidos unos cuantos troncos y cinco clases distintas de manzanas, el grupo hizo una hoguera mediante la fricción de dos pequeños palos y con paciencia, mucha paciencia. Todos se colocaron rodeando el hogar: Tara entre sus dos chicos, Bo al lado de Roy y los demás en los lugares restantes. Cortaron las manzanas de manera que fuera a partes iguales para todos.
–No sé si marcharnos ha sido la mejor opción –corta el silencio Will.
– ¿Querías que esas dos bestias nos mataran? –le respondió alterada Tara, que se había separado un poco de él, quedando más cerca de Dimas.
–No digas eso delante de las niñas, Tara–le reprochó Aleix–, tu falta de sensibilidad podría provocar algunos traumas.
–Oh, cállate –le respondió cansada ella.

En ese momento se escuchó un grito que iba cada vez acercándose más. Era como el primero que habían escuchado cuando despertaron, en ningún momento se preguntó qué fue lo que provocó ese chillido, tal vez la fiebre los adormeció un poco y le restaron importancia. Ahora estaban perfectamente despiertos y alerta. La pequeña Malvina se acurrucó contra Blake que la abrazó y los demás se cubrieron las espaldas.
– ¿Blake? –preguntó cortante Diana.
– ¿Sí?

– ¿Y ahora, qué hacemos?



****Bueno, como en el capítulo anterior pedimos los 3 comentarios para publicar el siguiente. ******

martes, 25 de marzo de 2014

Capítulo 7: Luces

­Después del funeral de Ness aquella tarde, la situación se volvió más turbia de lo normal. Varios chicos mostraban pálidas caras enfermizas, ojos llorosos y cabezas caídas; aparte, estaba el hecho de haberles ilusionado en vano con una vía de escape a través del lago, que solo resultó ser un efecto de la luz. Aunque esos son sólo detalles, comparándolo con lo que está ocurriendo ahora mismo en el orfanato.
Malvina, Bo, Tara, Matt y George cayeron enfermos, tenían las mejillas notoriamente rosadas, como padeciendo la misma enfermedad, por lo que ibamos a nuestras habitaciones más temprano de lo normal, sin que, por suerte, Kiberi, Evanna o Mildret  nos dirigiera la palabra. Esta leve epidemia, provocó que todos  tuviéramos miedo de perder a otro más, sobre todo a  Roy, el cual sufría ataques de ira, sufridas por todo aquel que se ponía en su camino. Lo seguían Will y Dimas, intentando colarse en la habitación de Tara en el momento que podían para cuidarla como se merece una ''dama''. Toda esta situación parecía como si el destino no quisiera que huyéramos de este infierno, presentándonos problemas para hacer imposible nuestro deseo…
Un golpe seco me despierta de mi sueño. Ya está empezando a amanecer. Se puede ver en las sombras que se forman por la ligera luz que entra por la ventana. Observo a mí alrededor y  los chicos parecen que han escuchado el mismo ruido que yo. Cuando me incorporo en la cama, dejando los pies en el frío suelo, veo que Roy no está.
Pienso que puede haber ido a ver a las niñas enfermas (sobre todo a Malvina y a Bo, que les tenía un afecto especial), pero elimino esa idea de mi mente, ya que eso es algo muy común y aquí está pasando de todo menos cosas ordinarias. Me levanto y me dirijo hacia la puerta, escucho otra sucesión de golpes; al parecer vienen del primer piso.
–Blake, ¿Qué haces? – dice Aleix mirándome desde el lúgubre ángulo que ocupa su cama en la habitación.
– ¡Shhh! No os levantéis y no habléis hasta que esté aquí de vuelta, ¿entendido?– susurro, pero antes de que pueda abrir la puerta, Roy entra y choca conmigo. Yo caigo sobre la cama de Dimas. Me levanto y le hago un gesto de disculpa al chico, pero creo que está todavía muy adormilado para que se dé cuenta de algo. 
– ¡Levantad chicos!  Creo que Kiberi y Evanna han estado tramando algo ¡las he visto! ¡Estoy seguro de que quieren librarse de nosotros! – susurra Roy con cierta desesperación. Todos salen de sus literas confundidos y alterados.  Aleix enciende una vela y la coloca en la mesita comunitaria (el único mueble aparte del armario y las camas que tenemos). Todos se visten. Sabemos que Roy no está bromeando, es algo muy serio y no es momento para bromas.
–Roy ¿Qué diablos has visto? – dice Dimas justo cuando las chicas, ya vestidas con sus apagados vestidos, entran a la habitación asustadas, cerrando la puerta tras ellas. La mayoría me mira. Normalmente, los chicos  habrían enfurecido, sobre todo porque la mayoría estaba en ropa interior, pero nadie dice ningún comentario al respecto y se terminan de vestir rápidamente.
–Yo… -empieza Roy-, iba a la habitación de las chicas porque no podía dormir, pero escuché unas voces abajo y fui a ver quién seguía despierto. –dice Roy suavizando su expresión al ver que Bo se ponía a su lado y le tomaba la mano. Algo había estado pasando entre ellos dos y no lo noté hasta este momento; creo que el hecho de que ella estuvo muy enferma, explicaría el por qué de su agresividad en la tarde anterior– Caminé hasta las escaleras y desde ahí oí decir a La Gobernadora que somos un grupo de inútiles para ella, que nuestro trabajo en las minas es insatisfactorio y están perdiendo dinero por nuestra culpa -respira y vuelve a hablar-, dijo que ni siquiera el sueldo de Blake en el pueblo le sirve.
–¿Entonces? –cuestiona Viena–... nos va a...¿echar?–. Todos se han vuelto y la miran. Cada vez que esta delicada niña abre la boca nos deja patidifusos. No sabemos el porqué de su aparentemente ''silencio''.
Un último golpe se escucha afuera, proveniente del pasillo. Todos retrocedemos hasta la pared opuesta de la puerta, pero yo decido acercarme sigilosamente: si iba a morir, al menos sería defendiendo a mis hermanos.
La puerta se abre y la  luz de la vela se apaga de inmediato. Todo se vuelve oscuro y comienzan los gritos. Intento luchar contra una piel escamosa que rodea mi cuello, pero lentamente mi cabeza comienza a hormiguear, por lo que me echo al suelo, justo cuanto siento una mordida de animal en el hombro; al parecer me he librado de la criatura y ha decidido tomar represalias.
Ya están entrando ligeros rayos de luz por la ventana, así que veo a las dos espantosas criaturas con las que he tenido pesadillas desde la última vez que vi a John:  un cuervo y una serpiente de un tamaño descomunal, además de terroríficas, las mismas que mataron a mi hermano. Éstas atacan a los chicos con mordidas y picaduras. Mientras las cosas dan vueltas a mi alrededor, el piso y las paredes van llenándose de sangre, siento mi cuerpo desgarrarse lentamente… O eso creo. La mordedura de la serpiente ha empezado a adormecerme, pero no sé si esto es una alucinación por el cansancio o todo esto es real.
Una voz de niña me llama a mis espaldas. Me volteo débilmente y como puedo. Mis ojos se iluminan y veo a Ness, que irradia una luz perfectamente blanca. Ella señala la puerta y nos mira. No estoy seguro de lo que esta pasando en este instante, pero los monstruos vuelven a ser las sirvientas, con un paupérrimo aspecto, más degradado que nunca. Mientras huimos a duras penas fuera del orfanato guiados por Ness, ellas nos persiguen. Nos lleva al lago, el cual desprende la misma luz que había visto el día de su funeral, pero esta vez es mucho más intensa, más hermosa. Esta vez es real.
Hago un último esfuerzo y ayudo a los demacrados chicos que se acercan como pueden. Todos presentan la ropa desgarrada y manchada de un fuerte rojo carmín. Si nuestras madres estuviesen vivas nos habrían regañado por traer así la ropa, se habrían lamentado y hubiesen puesto el grito en el cielo por tener que frotar las perennes manchas de la ropa. Desgraciadamente, creo que ninguno de nosotros pudo vivir eso.

Cuando me doy cuenta, Ness ya no está por ningún lado, pero nosotros sí, atravesando esa fuga en el lago, esa brecha que hay junto al embarcadero ¡Nuestra vía de escape! “Ellos pueden verla” pienso.  Miro hacia atrás y veo que soy el último en saltar por esa brecha. Kiberi y Evanna vienen como furias por detrás, a toda prisa.

No me molesto en despedirme, salto y dejo atrás lo que muchos conocen como Infierno.

jueves, 6 de marzo de 2014

Capítulo 6: La Despedida

Ness estaba muerta. Cuando de verdad asimilo que  nunca volveré a escuchar su delicada voz de pequeña infante y sus revoltosos rizos rojizos mecerse al viento, el dolor en el pecho se hace casi insoportable. Un vacío en el estómago, la sensación de haber fracasado. No. No puedo soportar más esto. Debo encontrar la manera de huir con mis hermanos, la manera de salvarnos de este infierno. Tengo que protegerlos, y es por eso que tengo que mostrarme fuerte y firme; si yo caigo,  mis hermanos caerán. Es hora de huir.

Habían pasado 24 horas desde que la policía se había llevado el cuerpo inerte de la pequeña, y si ya estábamos abatidos por nuestras pésimas condiciones en el orfanato, la pérdida de Ness había sido la gota que ha colmado el vaso, lo había tirado al suelo y sus cristales se nos habían clavado hasta lo más hondo de nuestras almas. Aquella tarde, nos sirvieron una sopa fría con tropezones de carne seca que había sobrado hace dos días. La butaca verde en donde Ness se sentaba a comer, estaba vacía, al igual que nuestras miradas. Solo algunos de los chicos se habían dignado a hundir la cuchara en la sopa. Unas dos horas después, un señor con bigote llamó a la puerta, nosotros, desde la salita, escuchamos el informe de la autopsia: "muerte por asfixia". En ese momento, unos pocos se apartaron de la puerta y se dejaron caer como muñecos de trapo en el suelo; otros, como Tara o Malvina, se cubrían la cara con las manos para resguardar las inminentes lágrimas que empezaban a emanar sin control. Dos hombres con un uniforme de mono marrón y viejo, habían salido del coche, y del maletero alargado, sacaron el pequeño ataúd de Ness.
-¿Lo llevamos al jardín o aquí dentro? -preguntó uno de los empleados. Su cara, indubitablemente de hombre mayor y con canas, cubiertas por una boina a juego, mostraba algo así como tristeza. Debía ser muy duro cargar con cajas de muertos y más si esas cajas eran de niños.
-Puede llevarla al jardín de atrás -contestó Kiberi-, nosotros nos encargaremos de todo. El hombre asintió y aviso a su compañero, que descansaba apoyado en la pared de la entrada. Estos dos cogieron la pequeña cajita y desparecieron.


Ahora, la hierba verde está más quieta que de costumbre, las hojas de los árboles no se mueven. Parece como si el viento hubiese enmudecido y estubiera guardando luto con nosotros. Pensar que debajo de esa pequeña y torcida lápida yace Nessie... Todos estamos reunidos en el jardín, aunque parece como si la mitad ni siquiera fuera consciente de que se encuentra ahí. Las miradas perdidas de los chicos, las lágrimas de las niñas... Sabía que tarde o temprano esto acabaría pasando, pero no pude evitar querer regalarle algo más de tiempo, tiempo que le fue arrebatado de la forma más injusta posible.
A su lado, puedo ver la tumba de John.
-Cuídala, hermano- susurro.

Todos vamos dejando flores arrancadas del jardín. En un momento determinado, me doy cuenta de que Malvina no está.
- ¿Dónde está Malvina?
-La vi hace nada al lado de Will. -contesta Matt.
-¿Me estás acusando de algo?-dice Will- No sabes hacer otra cosa, siempre escurriendo el bulto...- justo cuando voy a intervenir, recordando las circunstancias en la que nos encontramos, veo a lo lejos una figurita vestida con un vestido blanco, bueno, una vez fue blanco, el tiempo ha hecho que sea un gris bastante claro, con un gran ramo de flores discordantes e inestables.
- ¡Ahí está!- exclama Tara.
-Perdonadme, es que quería coger tantas flores como fuera posible para que a Ness nunca se le acabaran y las pudiera compartir con John- se excusa.
Al escuchar sollozos, veo que casi todas las chicas e incluso Dimas han comenzado a llorar de nuevo tras la declaración inocente de la pequeña Malvina.
-Lo siento Will. -se disculpa Matt.
-No te preocupes, no tiene importancia. Ambos se dan la mano y un breve abrazo que para todos significa mucho. Estamos cooperando, no solo en las tareas, sino ahora más que nunca, en nuestras emociones.

Cuando todos dedican palabras de cariño y adiós a Nessie, me cuesta tanto concentrarme que temo que vaya a desmayarme. No puedo pensar en otra cosa que en la huida. ¿Dónde iríamos? ¿ Con qué viviríamos? No es tan fácil como correr en dirección al bosque y ser felices, hay que pensar en que La Gobernadora no encuentre el dinero con el que compraremos alimentos; somos demasiados y la mayoría parece como si acabaran de nacer. Hay que pensar alguna manera, tengo que conseguirlo, tengo que hacerlo por Ness, por mis hermanos, por que esto no se vuelva a repetir.
Cuando vuelvo a la realidad, ya no queda nadie más por hablar. Debería levantarme y decir algo, incluso por John, pero tengo la mente en blanco. Tampoco hacen falta palabras, creo que todos sabemos bien lo que ha pasado, y lo injusto que es. Me levanto. Miro en todas direcciones, el viento ha empezado a soplar de nuevo; quiere llevársela al olvido, pero mi mirada capta el inmenso lago que tenemos al lado del caserón. Veo el embarcadero con los tablones viejos y descuidados. Cuando salíamos a los paseos por el jardín, tenía que estar muy pendiente de que nadie se acercase lo suficiente como para caerse, ya que no sabemos nadar. Es entonces cuando lo veo. Algo está distorsionando una parte del lago, al fondo, algo de un brillo que nunca antes había visto. El brillo se mete en mi retina y queda grabado a fuego. ¡Eureka!
-¡Eh, todos! -llamo su atención con mi voz firme y señalo el embarcadero-, ¡Mirad!