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martes, 25 de marzo de 2014

Capítulo 7: Luces

­Después del funeral de Ness aquella tarde, la situación se volvió más turbia de lo normal. Varios chicos mostraban pálidas caras enfermizas, ojos llorosos y cabezas caídas; aparte, estaba el hecho de haberles ilusionado en vano con una vía de escape a través del lago, que solo resultó ser un efecto de la luz. Aunque esos son sólo detalles, comparándolo con lo que está ocurriendo ahora mismo en el orfanato.
Malvina, Bo, Tara, Matt y George cayeron enfermos, tenían las mejillas notoriamente rosadas, como padeciendo la misma enfermedad, por lo que ibamos a nuestras habitaciones más temprano de lo normal, sin que, por suerte, Kiberi, Evanna o Mildret  nos dirigiera la palabra. Esta leve epidemia, provocó que todos  tuviéramos miedo de perder a otro más, sobre todo a  Roy, el cual sufría ataques de ira, sufridas por todo aquel que se ponía en su camino. Lo seguían Will y Dimas, intentando colarse en la habitación de Tara en el momento que podían para cuidarla como se merece una ''dama''. Toda esta situación parecía como si el destino no quisiera que huyéramos de este infierno, presentándonos problemas para hacer imposible nuestro deseo…
Un golpe seco me despierta de mi sueño. Ya está empezando a amanecer. Se puede ver en las sombras que se forman por la ligera luz que entra por la ventana. Observo a mí alrededor y  los chicos parecen que han escuchado el mismo ruido que yo. Cuando me incorporo en la cama, dejando los pies en el frío suelo, veo que Roy no está.
Pienso que puede haber ido a ver a las niñas enfermas (sobre todo a Malvina y a Bo, que les tenía un afecto especial), pero elimino esa idea de mi mente, ya que eso es algo muy común y aquí está pasando de todo menos cosas ordinarias. Me levanto y me dirijo hacia la puerta, escucho otra sucesión de golpes; al parecer vienen del primer piso.
–Blake, ¿Qué haces? – dice Aleix mirándome desde el lúgubre ángulo que ocupa su cama en la habitación.
– ¡Shhh! No os levantéis y no habléis hasta que esté aquí de vuelta, ¿entendido?– susurro, pero antes de que pueda abrir la puerta, Roy entra y choca conmigo. Yo caigo sobre la cama de Dimas. Me levanto y le hago un gesto de disculpa al chico, pero creo que está todavía muy adormilado para que se dé cuenta de algo. 
– ¡Levantad chicos!  Creo que Kiberi y Evanna han estado tramando algo ¡las he visto! ¡Estoy seguro de que quieren librarse de nosotros! – susurra Roy con cierta desesperación. Todos salen de sus literas confundidos y alterados.  Aleix enciende una vela y la coloca en la mesita comunitaria (el único mueble aparte del armario y las camas que tenemos). Todos se visten. Sabemos que Roy no está bromeando, es algo muy serio y no es momento para bromas.
–Roy ¿Qué diablos has visto? – dice Dimas justo cuando las chicas, ya vestidas con sus apagados vestidos, entran a la habitación asustadas, cerrando la puerta tras ellas. La mayoría me mira. Normalmente, los chicos  habrían enfurecido, sobre todo porque la mayoría estaba en ropa interior, pero nadie dice ningún comentario al respecto y se terminan de vestir rápidamente.
–Yo… -empieza Roy-, iba a la habitación de las chicas porque no podía dormir, pero escuché unas voces abajo y fui a ver quién seguía despierto. –dice Roy suavizando su expresión al ver que Bo se ponía a su lado y le tomaba la mano. Algo había estado pasando entre ellos dos y no lo noté hasta este momento; creo que el hecho de que ella estuvo muy enferma, explicaría el por qué de su agresividad en la tarde anterior– Caminé hasta las escaleras y desde ahí oí decir a La Gobernadora que somos un grupo de inútiles para ella, que nuestro trabajo en las minas es insatisfactorio y están perdiendo dinero por nuestra culpa -respira y vuelve a hablar-, dijo que ni siquiera el sueldo de Blake en el pueblo le sirve.
–¿Entonces? –cuestiona Viena–... nos va a...¿echar?–. Todos se han vuelto y la miran. Cada vez que esta delicada niña abre la boca nos deja patidifusos. No sabemos el porqué de su aparentemente ''silencio''.
Un último golpe se escucha afuera, proveniente del pasillo. Todos retrocedemos hasta la pared opuesta de la puerta, pero yo decido acercarme sigilosamente: si iba a morir, al menos sería defendiendo a mis hermanos.
La puerta se abre y la  luz de la vela se apaga de inmediato. Todo se vuelve oscuro y comienzan los gritos. Intento luchar contra una piel escamosa que rodea mi cuello, pero lentamente mi cabeza comienza a hormiguear, por lo que me echo al suelo, justo cuanto siento una mordida de animal en el hombro; al parecer me he librado de la criatura y ha decidido tomar represalias.
Ya están entrando ligeros rayos de luz por la ventana, así que veo a las dos espantosas criaturas con las que he tenido pesadillas desde la última vez que vi a John:  un cuervo y una serpiente de un tamaño descomunal, además de terroríficas, las mismas que mataron a mi hermano. Éstas atacan a los chicos con mordidas y picaduras. Mientras las cosas dan vueltas a mi alrededor, el piso y las paredes van llenándose de sangre, siento mi cuerpo desgarrarse lentamente… O eso creo. La mordedura de la serpiente ha empezado a adormecerme, pero no sé si esto es una alucinación por el cansancio o todo esto es real.
Una voz de niña me llama a mis espaldas. Me volteo débilmente y como puedo. Mis ojos se iluminan y veo a Ness, que irradia una luz perfectamente blanca. Ella señala la puerta y nos mira. No estoy seguro de lo que esta pasando en este instante, pero los monstruos vuelven a ser las sirvientas, con un paupérrimo aspecto, más degradado que nunca. Mientras huimos a duras penas fuera del orfanato guiados por Ness, ellas nos persiguen. Nos lleva al lago, el cual desprende la misma luz que había visto el día de su funeral, pero esta vez es mucho más intensa, más hermosa. Esta vez es real.
Hago un último esfuerzo y ayudo a los demacrados chicos que se acercan como pueden. Todos presentan la ropa desgarrada y manchada de un fuerte rojo carmín. Si nuestras madres estuviesen vivas nos habrían regañado por traer así la ropa, se habrían lamentado y hubiesen puesto el grito en el cielo por tener que frotar las perennes manchas de la ropa. Desgraciadamente, creo que ninguno de nosotros pudo vivir eso.

Cuando me doy cuenta, Ness ya no está por ningún lado, pero nosotros sí, atravesando esa fuga en el lago, esa brecha que hay junto al embarcadero ¡Nuestra vía de escape! “Ellos pueden verla” pienso.  Miro hacia atrás y veo que soy el último en saltar por esa brecha. Kiberi y Evanna vienen como furias por detrás, a toda prisa.

No me molesto en despedirme, salto y dejo atrás lo que muchos conocen como Infierno.

jueves, 6 de marzo de 2014

Capítulo 6: La Despedida

Ness estaba muerta. Cuando de verdad asimilo que  nunca volveré a escuchar su delicada voz de pequeña infante y sus revoltosos rizos rojizos mecerse al viento, el dolor en el pecho se hace casi insoportable. Un vacío en el estómago, la sensación de haber fracasado. No. No puedo soportar más esto. Debo encontrar la manera de huir con mis hermanos, la manera de salvarnos de este infierno. Tengo que protegerlos, y es por eso que tengo que mostrarme fuerte y firme; si yo caigo,  mis hermanos caerán. Es hora de huir.

Habían pasado 24 horas desde que la policía se había llevado el cuerpo inerte de la pequeña, y si ya estábamos abatidos por nuestras pésimas condiciones en el orfanato, la pérdida de Ness había sido la gota que ha colmado el vaso, lo había tirado al suelo y sus cristales se nos habían clavado hasta lo más hondo de nuestras almas. Aquella tarde, nos sirvieron una sopa fría con tropezones de carne seca que había sobrado hace dos días. La butaca verde en donde Ness se sentaba a comer, estaba vacía, al igual que nuestras miradas. Solo algunos de los chicos se habían dignado a hundir la cuchara en la sopa. Unas dos horas después, un señor con bigote llamó a la puerta, nosotros, desde la salita, escuchamos el informe de la autopsia: "muerte por asfixia". En ese momento, unos pocos se apartaron de la puerta y se dejaron caer como muñecos de trapo en el suelo; otros, como Tara o Malvina, se cubrían la cara con las manos para resguardar las inminentes lágrimas que empezaban a emanar sin control. Dos hombres con un uniforme de mono marrón y viejo, habían salido del coche, y del maletero alargado, sacaron el pequeño ataúd de Ness.
-¿Lo llevamos al jardín o aquí dentro? -preguntó uno de los empleados. Su cara, indubitablemente de hombre mayor y con canas, cubiertas por una boina a juego, mostraba algo así como tristeza. Debía ser muy duro cargar con cajas de muertos y más si esas cajas eran de niños.
-Puede llevarla al jardín de atrás -contestó Kiberi-, nosotros nos encargaremos de todo. El hombre asintió y aviso a su compañero, que descansaba apoyado en la pared de la entrada. Estos dos cogieron la pequeña cajita y desparecieron.


Ahora, la hierba verde está más quieta que de costumbre, las hojas de los árboles no se mueven. Parece como si el viento hubiese enmudecido y estubiera guardando luto con nosotros. Pensar que debajo de esa pequeña y torcida lápida yace Nessie... Todos estamos reunidos en el jardín, aunque parece como si la mitad ni siquiera fuera consciente de que se encuentra ahí. Las miradas perdidas de los chicos, las lágrimas de las niñas... Sabía que tarde o temprano esto acabaría pasando, pero no pude evitar querer regalarle algo más de tiempo, tiempo que le fue arrebatado de la forma más injusta posible.
A su lado, puedo ver la tumba de John.
-Cuídala, hermano- susurro.

Todos vamos dejando flores arrancadas del jardín. En un momento determinado, me doy cuenta de que Malvina no está.
- ¿Dónde está Malvina?
-La vi hace nada al lado de Will. -contesta Matt.
-¿Me estás acusando de algo?-dice Will- No sabes hacer otra cosa, siempre escurriendo el bulto...- justo cuando voy a intervenir, recordando las circunstancias en la que nos encontramos, veo a lo lejos una figurita vestida con un vestido blanco, bueno, una vez fue blanco, el tiempo ha hecho que sea un gris bastante claro, con un gran ramo de flores discordantes e inestables.
- ¡Ahí está!- exclama Tara.
-Perdonadme, es que quería coger tantas flores como fuera posible para que a Ness nunca se le acabaran y las pudiera compartir con John- se excusa.
Al escuchar sollozos, veo que casi todas las chicas e incluso Dimas han comenzado a llorar de nuevo tras la declaración inocente de la pequeña Malvina.
-Lo siento Will. -se disculpa Matt.
-No te preocupes, no tiene importancia. Ambos se dan la mano y un breve abrazo que para todos significa mucho. Estamos cooperando, no solo en las tareas, sino ahora más que nunca, en nuestras emociones.

Cuando todos dedican palabras de cariño y adiós a Nessie, me cuesta tanto concentrarme que temo que vaya a desmayarme. No puedo pensar en otra cosa que en la huida. ¿Dónde iríamos? ¿ Con qué viviríamos? No es tan fácil como correr en dirección al bosque y ser felices, hay que pensar en que La Gobernadora no encuentre el dinero con el que compraremos alimentos; somos demasiados y la mayoría parece como si acabaran de nacer. Hay que pensar alguna manera, tengo que conseguirlo, tengo que hacerlo por Ness, por mis hermanos, por que esto no se vuelva a repetir.
Cuando vuelvo a la realidad, ya no queda nadie más por hablar. Debería levantarme y decir algo, incluso por John, pero tengo la mente en blanco. Tampoco hacen falta palabras, creo que todos sabemos bien lo que ha pasado, y lo injusto que es. Me levanto. Miro en todas direcciones, el viento ha empezado a soplar de nuevo; quiere llevársela al olvido, pero mi mirada capta el inmenso lago que tenemos al lado del caserón. Veo el embarcadero con los tablones viejos y descuidados. Cuando salíamos a los paseos por el jardín, tenía que estar muy pendiente de que nadie se acercase lo suficiente como para caerse, ya que no sabemos nadar. Es entonces cuando lo veo. Algo está distorsionando una parte del lago, al fondo, algo de un brillo que nunca antes había visto. El brillo se mete en mi retina y queda grabado a fuego. ¡Eureka!
-¡Eh, todos! -llamo su atención con mi voz firme y señalo el embarcadero-, ¡Mirad!