Después del funeral de Ness aquella tarde, la situación se volvió más turbia de lo normal. Varios chicos mostraban pálidas caras enfermizas, ojos llorosos y cabezas caídas; aparte, estaba el hecho de
haberles ilusionado en vano con una vía de escape a través del lago, que solo
resultó ser un efecto de la luz. Aunque esos son sólo detalles, comparándolo
con lo que está ocurriendo ahora mismo en el orfanato.
Malvina, Bo, Tara, Matt y George cayeron enfermos, tenían las mejillas notoriamente rosadas, como padeciendo la misma enfermedad, por lo que ibamos a nuestras habitaciones más temprano de lo normal, sin que, por suerte,
Kiberi, Evanna o Mildret nos dirigiera
la palabra. Esta leve epidemia, provocó que todos tuviéramos miedo de perder a otro más, sobre
todo a Roy, el cual sufría ataques de ira, sufridas por todo aquel que se ponía en su camino. Lo seguían Will y
Dimas, intentando colarse en la habitación de Tara en el momento que podían para
cuidarla como se merece una ''dama''. Toda esta situación parecía como si el
destino no quisiera que huyéramos de este infierno, presentándonos problemas
para hacer imposible nuestro deseo…
Un golpe seco me despierta de mi sueño. Ya está
empezando a amanecer. Se puede ver en las sombras que se forman por la ligera
luz que entra por la ventana. Observo a mí alrededor y los chicos
parecen que han escuchado el mismo ruido que yo. Cuando me incorporo en la cama, dejando los pies en el frío suelo, veo que Roy no está.
Pienso que puede haber ido a ver a las niñas enfermas (sobre todo a Malvina y a Bo, que les tenía un afecto especial), pero elimino esa idea de mi mente, ya que eso es algo muy común y aquí está pasando de todo menos cosas ordinarias. Me levanto y me dirijo hacia la puerta, escucho otra
sucesión de golpes; al parecer vienen del primer piso.
–Blake, ¿Qué haces? – dice Aleix mirándome desde el lúgubre ángulo que ocupa su cama en la habitación.
– ¡Shhh! No os levantéis y no habléis hasta que esté
aquí de vuelta, ¿entendido?– susurro, pero antes de que pueda abrir la puerta, Roy entra y
choca conmigo. Yo caigo sobre la cama de Dimas. Me levanto
y le hago un gesto de disculpa al chico, pero creo que está todavía muy adormilado para que se dé cuenta de algo.
– ¡Levantad chicos! Creo que Kiberi y Evanna han estado
tramando algo ¡las he visto! ¡Estoy seguro de que quieren librarse de nosotros! – susurra
Roy con cierta desesperación. Todos salen de sus literas confundidos y alterados. Aleix
enciende una vela y la coloca en la mesita comunitaria (el único mueble
aparte del armario y las camas que tenemos). Todos se visten. Sabemos que Roy no está bromeando, es algo muy serio y no es momento para bromas.
–Roy ¿Qué diablos has visto? – dice Dimas justo cuando las
chicas, ya vestidas con sus apagados vestidos, entran a la habitación asustadas,
cerrando la puerta tras ellas. La mayoría me mira. Normalmente, los
chicos habrían enfurecido, sobre todo porque la mayoría estaba en ropa interior,
pero nadie dice ningún comentario al respecto y se terminan de vestir
rápidamente.
–Yo… -empieza Roy-, iba a la habitación de las chicas porque no podía dormir,
pero escuché unas voces abajo y fui a ver quién seguía despierto. –dice Roy suavizando su
expresión al ver que Bo se ponía a su lado y le tomaba la mano. Algo había
estado pasando entre ellos dos y no lo noté hasta este momento; creo que el hecho de que ella estuvo muy enferma, explicaría el
por qué de su agresividad en la tarde anterior– Caminé hasta las escaleras y
desde ahí oí decir a La Gobernadora que somos un grupo de inútiles para ella,
que nuestro trabajo en las minas es insatisfactorio y están perdiendo dinero por nuestra culpa -respira y vuelve a hablar-, dijo que ni siquiera el sueldo de Blake en el pueblo le sirve.
–¿Entonces? –cuestiona Viena–... nos va a...¿echar?–. Todos se han vuelto y la miran. Cada vez que esta delicada niña abre la boca nos deja patidifusos. No sabemos el porqué de su aparentemente ''silencio''.
–¿Entonces? –cuestiona Viena–... nos va a...¿echar?–. Todos se han vuelto y la miran. Cada vez que esta delicada niña abre la boca nos deja patidifusos. No sabemos el porqué de su aparentemente ''silencio''.
Un último golpe se escucha afuera, proveniente del pasillo. Todos
retrocedemos hasta la pared opuesta de la puerta, pero yo decido acercarme sigilosamente: si iba a morir, al menos sería defendiendo a mis hermanos.
La puerta se abre y la luz de la vela se apaga de
inmediato. Todo se vuelve oscuro y comienzan los gritos. Intento luchar contra una piel
escamosa que rodea mi cuello, pero lentamente mi cabeza comienza a hormiguear,
por lo que me echo al suelo, justo cuanto siento una mordida de animal en el
hombro; al parecer me he librado de la criatura y ha decidido tomar represalias.
Ya están entrando ligeros rayos de luz por la ventana, así
que veo a las dos espantosas criaturas con las que he tenido
pesadillas desde la última vez que vi a John: un cuervo y una serpiente de un
tamaño descomunal, además de terroríficas, las mismas que mataron a mi hermano. Éstas atacan a los chicos con
mordidas y picaduras. Mientras las cosas dan vueltas a mi alrededor, el piso
y las paredes van llenándose de sangre, siento mi cuerpo desgarrarse lentamente… O eso
creo. La mordedura de la serpiente ha empezado a adormecerme, pero no sé si esto es una alucinación por el cansancio o todo esto es real.
Una voz de niña me llama a mis espaldas. Me volteo débilmente
y como puedo. Mis ojos se iluminan y veo a Ness, que irradia una luz perfectamente blanca. Ella señala la puerta y nos mira.
No estoy seguro de lo que esta pasando en este instante, pero los monstruos vuelven
a ser las sirvientas, con un paupérrimo aspecto, más degradado que nunca. Mientras huimos a duras penas fuera
del orfanato guiados por Ness, ellas nos persiguen. Nos lleva al lago, el cual desprende la misma
luz que había visto el día de su funeral, pero esta vez es mucho más intensa, más hermosa. Esta vez es real.
Hago un último esfuerzo y ayudo a los demacrados chicos que se acercan como pueden. Todos presentan la ropa desgarrada y manchada de un fuerte rojo carmín. Si nuestras madres estuviesen vivas nos habrían regañado por traer así la ropa, se habrían lamentado y hubiesen puesto el grito en el cielo por tener que frotar las perennes manchas de la ropa. Desgraciadamente, creo que ninguno de nosotros pudo vivir eso.
Hago un último esfuerzo y ayudo a los demacrados chicos que se acercan como pueden. Todos presentan la ropa desgarrada y manchada de un fuerte rojo carmín. Si nuestras madres estuviesen vivas nos habrían regañado por traer así la ropa, se habrían lamentado y hubiesen puesto el grito en el cielo por tener que frotar las perennes manchas de la ropa. Desgraciadamente, creo que ninguno de nosotros pudo vivir eso.
Cuando me doy cuenta, Ness ya no está por ningún lado, pero nosotros sí, atravesando esa fuga en el lago, esa brecha que hay junto al embarcadero ¡Nuestra vía de escape! “Ellos pueden verla” pienso. Miro hacia atrás y veo que soy el último en saltar por esa brecha. Kiberi y Evanna vienen como furias por detrás, a toda prisa.
No me molesto en despedirme, salto y dejo atrás lo que muchos conocen como Infierno.
No me molesto en despedirme, salto y dejo atrás lo que muchos conocen como Infierno.