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martes, 22 de julio de 2014

Capítulo 8: El Grito.

***** Hola a tod@s:

Sabemos que ha pasado muchísimo tiempo desde que subimos el último capítulo, pero ya tenemos el siguiente. Disfrutádlo y comentad :))


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Un grito desgarrador despertó al grupo. Algo les nublaba la vista, se veían cansados, húmedos y pegajosos. Un calor sofocante y corrientes heladas de aire los mantenía dentro de algo parecido a un vaivén de fiebres descontroladas.

Blake intentó levantarse del suelo como bien pudo. Estaba lleno de tierra que se adhería a su ropa. Un pequeño corte en la palma de la mano le hizo estar alerta. Cuando alzó la mirada para ver a los demás, estaban todos. Unos hacia arriba, otros hacia abajo, de lado o con las manos sobre la cabeza, parecían estar bien.
– ¿Os podéis levantar, chicos? –había preguntado Blake, un segundo después de haberse frotado el leve corte de su mano.

Pequeños quejidos anunciaban su deplorable estado de salud. Las primeras figuras empezaron lentamente a elevarse, como se elevan las pequeñas semillas de lentejas que descansan sobre algodones: suaves y delicados tallos, extremadamente frágiles. Eso eran ellos ahora, pequeños y finos tallos a punto de partirse y Blake debía de ser el palito fuerte que los ayudara a seguir creciendo. Cuando el grupo se puso en pie, algunos ayudados por otros, se molestaron en hacer dos grupos: uno miraría hacia el lado contrario del otro y su objetivo era saber donde se encontraban.

Al cabo de veinte minutos, seguían sin saber en dónde estaban, aquello parecía una especie de selva tropical mezclada con un toque de bosques de coníferas. La verdad es que la gran variedad de vegetación allí los confundió a todos.

–Esto parece uno de esos malditos bosques que hay dibujados en el libro de Ness –dijo Roy. El luto aun seguía presente para todos y eso hizo que la mayoría de ellos se estremeciese al recordar a la pequeña.
–Tienes razón­– dijo Diana. Su melena rubia se había convertido en un castaño claro debido a la humedad que había mojado su pelo. –Creo que es bastante parecido–.

Todos asintieron. La gran mayoría le habían leído a la pequeña el único libro que tenían, por lo que recordaron los dibujos que en él habían dibujado.
– ¿Qué hacemos ahora? –Preguntó Will, se le veía desesperado, nervioso y con algo de pavor.
–Tenemos que asegurarnos de que aquellas bestias no nos han seguido –respondió Blake.
–Claro que no nos han seguido– irrumpió Tara, que se quitaba la mugre del interior de sus uñas con la otra mano. –De haberlo hecho estarían aquí, con nosotros–. Ahí tenía razón ella.
–Yo tengo sed– anunció Bo.
–Y yo.
–Yo también tengo sed, Blake. ¿A dónde vamos? –dijo Matt.

Tras una breve pausa Blake habló.

–No quiero que nos separemos, no sabemos que hay más allá de éste pequeño claro, así que quiero una fila, detrás de mí. Dimas, tú irás el último así estaremos protegidos por ambos lados– ordenó. Al parecer todos estuvieron de acuerdo y el grupo se puso en marcha.

Una hora después habían encontrado una pequeña cueva y a su lado había una chorreante cascada que salpicaba unos cinco metros fuera del diámetro de la orilla. Habían hecho turno, primero los chicos se bañaban y luego las chicas. Ellas estuvieron de acuerdo porque así, a la hora de su turno, ellos debían irse a por troncos y algo de comer, excepto Dimas, que se quedaría a vigilar, de espaldas claro.

Una vez terminado el horario de baños y recogidos unos cuantos troncos y cinco clases distintas de manzanas, el grupo hizo una hoguera mediante la fricción de dos pequeños palos y con paciencia, mucha paciencia. Todos se colocaron rodeando el hogar: Tara entre sus dos chicos, Bo al lado de Roy y los demás en los lugares restantes. Cortaron las manzanas de manera que fuera a partes iguales para todos.
–No sé si marcharnos ha sido la mejor opción –corta el silencio Will.
– ¿Querías que esas dos bestias nos mataran? –le respondió alterada Tara, que se había separado un poco de él, quedando más cerca de Dimas.
–No digas eso delante de las niñas, Tara–le reprochó Aleix–, tu falta de sensibilidad podría provocar algunos traumas.
–Oh, cállate –le respondió cansada ella.

En ese momento se escuchó un grito que iba cada vez acercándose más. Era como el primero que habían escuchado cuando despertaron, en ningún momento se preguntó qué fue lo que provocó ese chillido, tal vez la fiebre los adormeció un poco y le restaron importancia. Ahora estaban perfectamente despiertos y alerta. La pequeña Malvina se acurrucó contra Blake que la abrazó y los demás se cubrieron las espaldas.
– ¿Blake? –preguntó cortante Diana.
– ¿Sí?

– ¿Y ahora, qué hacemos?



****Bueno, como en el capítulo anterior pedimos los 3 comentarios para publicar el siguiente. ******