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viernes, 18 de septiembre de 2015

capítulo 11: La Reflexión


Era de noche y el viento frío había caído sobre el grupo de chicos, que cuidadosamente se habían agrupado de manera que todos quedaban protegidos; Matt rodeaba con un brazo a Viena y ésta apoyaba sus piernas sobre su hermano, Malvina tenía la cabeza apoyada en las piernas de Diana y la muchacha descansaba sobre la espalda de Dimas que, con cuidado acurrucaba a Bophary, Roy y George se habían quedado apoyados el uno con el otro y dormían profundamente. ¿Quien les habría dicho que su situación cambiaría tan radicalmente?
Un crujir de ramas despertó a Diana.
La chica abrió los ojos como platos y estuvo atenta a cada mínimo sonido, acción dificultada por el viento que parecía tenérsela jugada. Estaba asustada y temía que algo malo pudiera pasar, así que despertó a Dimas.
–Tsss, Dimas, despierta –dijo zarandeándolo. Éste un poco rezongando abrió los ojos y con cuidado se apartó de Bo y giró en sí hasta acomodarse en el suelo y mirar a Diana.
– ¿Qué pasa?
–He escuchado un ruido…–dijo muy suavemente–, creo que hay algo ahí fuera que nos mira.
Dimas se puso en tensión y le pidió a Diana que estuviera atenta mientras  él despertaba a Aleix para que hiciese guardia mientras iban a averiguar qué era ese ruido.
– ¿Estás seguro que quieres ir ahora?–dijo asustada Diana.
–Me has despertado en medio de la noche diciéndome que hay algo ahí fuera mirándonos, ¿crees que me voy a quedar tan tranquilo ahora? –masculló Dimas hecho una furia pero con voz débil para no despertar al resto. Aleix ya estaba en pie y dio el visto bueno a Dimas y Diana. Ambos se pusieron en pie, Dimas delante y Diana detrás de él, pero no muy atrás.
–Quédate con el camino de regreso –pidió Dimas–, sería lo que no faltaba que nos perdiésemos ahora nosotros.
– ¿No puedes dormir? –Tara se había sentado al lado de Blake. El grupo había formado un pequeño campamento ideado por Drew que los salvaguardaba increíblemente bien del frío. Will había llegado al punto de roncar débilmente y Drew descansaba boca arriba con las manos en la barriga.
–No, estoy muy cansado por todo esto… –dijo Blake, abatido.
–Creo que todos estamos muy cansados, yo también quiero encontrarlos y que todo esto acabe–el vestido de Tara había perdido toda su lucidez, estaba lleno de agujeros y enganches provocados por las ramas y moteado por la tierra. –No puedo creer que vaya a decir esto, pero echo de menos el orfanato. Por lo menos dormía en una cama.
–La  verdad yo tampoco puedo creer que hayas dicho eso–. El brillo en los ojos de Blake cada vez se apagaba más. –Allí nos torturaban de todas las maneras posibles, eso no era vivir…
  –¿Y esto sí? Blake tuvimos eta misma conversación allí abajo en el sótano, el día en que… ya sabes –La voz se le entrecortó al recordar aquel fatídico día en el que perdieron a Ness. –Además, confías en ella? Quiero decir, aparece de la nada, convertida en una pantera y nos ataca y luego nos cuenta que nos protegerá a todos pero que no nos acerquemos a ese estúpido árbol… –la chica se tapó la cara con ambas manos, casi a punto de llorar–, no quiero ser débil, Blake, pero tengo mis limitaciones, y todo esto me supera, porque me da miedo decir que solamente te tengo a ti.
Todo pasó muy deprisa, tanto que ni Blake pudo reaccionar, Tara se inclinó sobre él y lo besó. Un beso corto pero que decía muchísimo más que cualquier otro libro que Blake haya podido leer. Tara se había echado al lado de Drew y Blake quedó sentado en el mismo sitio en dónde Tara lo había dejado, aun con los ojos incrédulos y con el corazón a mil por hora. No, Tara no lo amaba,  no de la manera en la que muchos pensarían. Ese beso no era de deseo, era de necesidad. Conocía a la perfección a Tara, sabías sus puntos débiles, ella misma los dejaba ver a la luz y muchos, sobre todo Dimas y Will, cegados por los juegos de ésta, n se daban cuenta. Ella necesitaba atención y protección, y eso era lo que Blake siempre le había dado.

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